lunes, 18 de mayo de 2015

Espiral II


Esta no es ni la primera, ni la segunda, ni la tercera. Ni siquiera se en que número de posición se encuentra, solo sé que algunas cosas dentro de mi cabeza no están bien y necesitan recuperarse o morir.

El miedo de volver a caer es intenso, es intenso mientras caigo, es intenso cuando caigo y cuando me levanto a ver que todo alrededor ha caído conmigo y no se levanta. Ya no sé si es miedo al miedo o miedo a abrir los ojos, cada vez el cuarto se hace más oscuro y cada vez los recuerdos son más claros. El principio de los miedos me dejó marcados sobre la piel muchos otros incapaces de borrar y si no los puedo borrar habrá que cortar la piel, quemar la vida o simplemente renunciar. Renunciar porque ya no se puede.

Empiezo el día observando las cosas que ya me resultaron negativas, revisando las cosas que ya tienen un sello contradictorio, espiando los lugares que ninguna relación tienen y recordando detalles imaginarios que debieron suceder cuando no sucedieron. Así empiezan las cosas, con un trago, una canción, un recuerdo y mil ideas disparando desde arriba inutilizando mi confianza. Así son los días de inseguridad infinita, así son las noches cuando ya no tengo entre mis manos la cordura.

Y entonces el remolino que debería acercarme me aleja, porque llega con la dirección que no espero. “tú caminas hacia la izquierda y yo hacía la derecha”; y entonces me doy cuenta que es real, que no se pueden seguir los pasos que uno quiere, que mientras intento darme la seguridad que necesito las otras ideas, recuerdos, detalles y tonterías que se cruzan me jalan al opuesto ¿Qué necesito ahora? ¿Qué tuve ya y desperdicié? ¿Hasta cuándo voy a tener sobre mí este fuego que me quema y me impide avanzar? ¿Por qué demonios te fuiste dejando el peor de los defectos incrustado hasta en la sangre?

De pronto, decido simplemente omitir todo, apagar las luces de la oscuridad, echarle agua fría a todo esto que terminaba de consumirme. Le pongo el pecho a toda la duda, a todo el dolor. La he jodido por enésima vez en tan poco tiempo y me sobran las excusas y le sobran los motivos para tener razón. He retrocedido tantos pasos que ahora solo me queda avanzar. Necesito avanzar.


Salgo a la calle, escribo algo corto, y cuando me creo recuperado y listo para correr; empiezo el día observando las cosas que ya me resultaron negativas, revisando las cosas que ya tienen un sello contradictorio, espiando los lugares que ninguna relación tienen y recordando detalles imaginarios que debieron suceder cuando no sucedieron. Así empiezan las cosas, con un trago, una canción, un recuerdo y mil ideas disparando desde arriba inutilizando mi confianza. Así son los días de inseguridad infinita, así son las noches cuando ya no tengo entre mis manos la cordura.

Y entonces,
el remolino que debería acercarme me aleja,
porque llega con la dirección que no espero...