sábado, 19 de diciembre de 2015

El norte de Lucía II


Desde hace unos días, las tardes ya no son las mismas. De pronto el sol se fue, o tal vez no se fue, se quedó estancado en el lugar donde las mejores cosas se han quedado para perseguirme invitándome a regresar.
Desde hace unos días, ningún rostro de ninguna persona por ninguna calle y bajo ninguna luz o sombra me ha regalado el placer de esa sonrisa que se esconde debajo de dos ojos que me gritaron pidiéndome que nunca más me vaya, esa sonrisa que se subraya con dos brazos que lo único y mejor que saben hacer cuando me tienen cerca es rodearme con el calor a modo de camisa de fuerza.
Desde hace unos días que la arena de alguna orilla tiene tatuados sobre sus aguas el recuerdo de dos pasos que buscaron un paseo por la eternidad con solo tomarse de la mano mientras admiraban el silencio de la nada.
Hoy, es uno de esos días donde uno se levanta a buscar eso que por aquí todavía no existe, pero que pronto existirá. Tu presencia fue un regalo que seguro "Dios" se encargará de traer por aquí algún día, y si no lo trae él se encargará de llevarme hacia ti. No importan los cálculos del tiempo o el espacio, la distancia es un punto muerto entre norte o sur, el tiempo es un reloj deshabilitado que no se siente si se trata de algún día (o de muchos días) poder despertar y esperar en la mañana el sonido de tu voz tras esa puerta que se abría lentamente, que regocija entre su marco la alegría de encontrarte ahí, detrás del timbre, detrás de la distancia, detrás del tiempo, detrás de Dios. No existe ningún elemento comparable que me regale en estos días el calor de tu ciudad ni el calor que me daba algo de vida con sólo verte sonreír.