miércoles, 30 de septiembre de 2015

El norte de Lucía


Las casualidades existen cuando ciertamente, no las buscas. He llamado a Lucía y la espero sentado en una banca adornada por un farol intermitente. Sobre el pasto hay más amor entre los perros que entre las parejas que acompañan esa ceremonia interminable de espera mientras hago skip al reproductor.

Tres años después, aquella voz que se fue con cierto olor a decepción aparece entre la gente, algo perdida. No te culpo, no es tu ciudad, es más, ni es mía, estamos de invitados mientras yo te invito a abrazarme y mientras tú me invitas a rozarte. Somos dos invitados que nos dejamos caer sentados sobre el pasto después de media hora. Los ojos de Lucía no han cambiado, quizás sea lo único que sigue tan igual, aunque no me creas he llevado una foto de referencia y empiezo a realizar comparaciones. Ya no eres la misma, yo tampoco.

Las promesas son así, le he propuesto catalogar la tarde/noche con una canción de inicio. “te llevo para que me lleves”. Sólo no se lo digas a Cerati ni a Marbú, promesas y secretos escondidos debajo de dos latas de cusqueña en honor a dos recuerdos muertos. Los ojos de Lucía no han cambiado.

Ya es de día, y tal vez sea cierto. Se puede amar sin sentir amor, ahora me ha tocado entender, pero hace falta acostumbrarse. Hace mucho no sentía la profundidad de ver dos ojos a contraluz que te miran hasta el alma, si lo conseguiste lamento la basura acumulada, estoy en proceso de purificación. Me dices que tu vuelo sale ya en unas horas, el “full day” ha terminado, al menos para ti, no quiero que te vayas, conserva esta promesa porque voy a ponerle voluntad para cumplirla, ya pronto me liberan, se me cortan algunas cadenas, ya reconozco esos boletos de avión, ¿logras ver esa mochila negra? Dentro de ella hay un chek in listo. El aeropuerto es familiar, “yo te llevo para que me lleves”. Abordaste pero acabas de dejar la puerta abierta para empezar el camino que me faltaba.

Benditos puntos cardinales, toda una noche para buscar destino, y yo solo apunte al norte.

 ****qp****

Déjame jugar con la orientación de tu cintura mientras suspiras desorientada, producto del alcohol, tú me miras repetidas veces, tus ojos siguen siendo iguales y la repetición constante empieza a enamorarme.

Acabo de encontrar la pista de aterrizaje sobre tu piel, mis dedos recaen sobre cada poro que se abre como flor en primavera. La luz de aquella lámpara juega con el arco de tu espalda, inmortal arco iris nocturno cae sobre las sábanas.

Dos dedos son suficientes para simular mis pasos, no está permitido hablar, el susurro es la lengua oficial del mundo que acabas de crear desde que llegaste, mientras inicio el recorrido mordiendo las paredes de tu espalda, eres un mundo inexplorable, pero yo tengo el mapa.

Tiemblas, mientras tiro tus cabellos hacia atrás, todas mis preguntas reciben una sola respuesta: “tú”.

La ascensión empieza mientras me voy dentro, suavemente, ya formo parte de tu ser, somos uno mientras el tiempo avanza, mientras la noche avanza, mientras tu cuerpo avanza. Tú.

Mis manos se olvidan de los pies, te recorren por la falda de tu cintura, hacia el norte, dos montañas palpitando como un volcán en erupción, sincronizas la erupción de dos cuerpos mientras aceleras el ritmo de la noche.

Gritas, muerdo, golpeo por el sacrificio, el volcán empieza a fundir tu piel con el sudor, mi mente ha viajado a cualquier parte pero mis manos se quedaron en el norte, siento tu corazón, “es el amor que no existía el que te pide que regreses”.

Desde hoy la suavidad de cada línea de tu piel tiene mi bandera.
Es el amor que no existía aterrizando sobre tus ojos, que no cambiaron.
El silencio se adueñó de la oscuridad más resplandeciente,
tus fronteras se cerraron pero mis manos se quedaron en el norte.

En el norte de Lucía.

****qp****

Paranoia


Primer Acto:
Imaginariamente, en la orilla del mar estoy corriendo sin saber a donde me dirijo. Tal vez al norte, quizás al sur. He visto un día antes en sueños, su mirada sonriente, corriendo hacia adelante, invitándome a seguirla.

Segundo Acto:
Su mirada sonriente, que aún observo me sigue dirigiendo hacia adelante. Ya es de noche, no siento cansancio pero si intento descubrir a donde voy. Se hace largo el camino, pero se que puedo lograrlo. Sigo viéndote volver. Sigues delante mío, invitándome a seguirte.

Tercer Acto:
Caigo en la cuenta de que he llegado al mismo lugar desde donde empecé a correr. La vida es un círculo, y yo sigo dándole vueltas esperando que en algún punto de su radio infinito, la encuentre esperándome.


Busco sus fotos,
Intento encontrarla
Alzo las manos y apunto hacia el techo
Dibujos rotos,
Intento encontrarla.

Recuerdo su voz,
Intento encontrarla
Recuerdo la suavidad de sus mejillas
Cayendo sobre mi abrazo veloz
Retengo su voz,
Intento encontrarla.

Le escribo aun sin motivos,
Retengo su voz,
Intento encontrarla.
Hago paraíso de mis vivos,
Me pierdo en el mundo de oz
Enciendo la oscuridad de mis estribos
Retengo su voz.
Desearía encontrarla.

Apago las luces,
Encuentro su aroma,
Apago mis ojos,
Escucho sus palabras.
Enciendo las luces
No hay nadie alrededor,
Apago las luces,
Tú.

Enciendo las luces,
Yo, sin nadie, sin eco, sin mí.
Apago las luces,
Sonríes, escarbas,
Enciendo las luces,
Sin eco, sin mí.
Apago las luces,
Apago las luces,
Apago las luces,
Apago las luces,
Eres tú,
Enciendo las luces,
Detengo su voz,
Recuerdo sus fotos,
Dibujo sus ojos,
Quisiera encontrarla.



81214

lunes, 28 de septiembre de 2015

Yolanda



¿Me recuerdas?, de muy chico me acerqué a ti, sonriendo y llorando. Algo sucio y descuidado te he confundido con mi madre y te pedí que me abraces. Tú sonreías porque dentro de la dureza de tus palabras y de lo fría que te muestras por encima de tu puesto de comida en San Luis, tú nos quieres, tú me quieres y me quieres mucho.

Me enteré que mamá tuvo problemas, que probablemente hoy no pueda llevarme a su trabajo porque tiene mucho y yo le estorbo un poco. Mis hermanos ocupan su tiempo entre la televisión y sus tareas y yo, sonriendo con mis primeras palabras de vida te pido que me cuides. Y me cuidas. Me alimentas sin que te lo pida y mi barriga te lo agradece. Sonríes, yo te he visto sonreír.

Ahora, desde aquí, te veo. Es navidad, llegó el tío de tan lejos y la abuelita ¿se parece tanto a ti?, ya no sé si tengo una o dos, sospecho que tengo tres mamás. Ustedes tres me miran, me sonríen, me cargan, me quieren. Y yo me confundo con mi inocencia de mis cuatro años al escoger que mejilla besar primero. Eso no importa, en tu casa todos la pasamos bien, alguien ha llevado una vieja cámara de rollo negra, con el flash en toda la esquina ¿lo recuerdas? Yo sí, se volvió mi juguete de niñez pero hoy, justo hoy, me he parado delante de ti, de mi abuelita, de mis hermanos y de mi primo. Todos nos queremos.

Estoy en la escuela, mi primer día he llorado como no te imaginas pero mamá tuvo la idea de llevarme a tu casa para conocer, para darme cuenta que el colegio no está tan lejos de mi casa y de la tuya y que si algún día yo me equivoco de avenida, llegaré a tu puerta. Te vi recostada sobre tu cama, le hablas fuerte a mamá. Yo no entiendo mucho, empezaba mi primaria, en tu tele grande a colores pasa la película de Noe, yo la observo.

Así pasé casi toda mi primaria, creciendo sin saber qué hacer. Mis amigos me han pedido caminar y caminamos, estoy cerca de tu casa y te he visto en esa esquina, con tu cocinita a kerosene, con tu perol y tu aceite, ¡chicharrones! Y así, todo sucio y sudoroso corrí a abrazarte ¿lo recuerdas? Sé que lo recuerdas porque acabas de mirarme sonriendo. Es bueno que me tomes de la mano mientras desde aquí observamos todo eso. Mis amigos están felices porque han comido gratis gracias a mi, yo te doy el beso más grande de ese día y me voy. El año ha terminado y la primaria también y en la fiesta de promoción a la que he ido diferente a todos, me acompañas, buena moza y alegre. “él es mi sobrino y es el más inteligente de la clase”. Ahora todos lo sabían, ahora ya no pasé desapercibido. Estuviste el primer y el último día de mi agitada primaria. ¿Lo recuerdas?, sé que lo recuerdas.

Los problemas no faltaban, pero siempre estuviste ahí, te escuché despedir a Mamá Sofía, te vi llorar por los problemas y carajear a los cinco minutos porque no estabas de acuerdo con nada. Tú me enseñaste a tener coraje y a joder si no te hacen caso. Ya soy un muchacho experimentando su primer trabajo. Y tú apareciste de casualidad y me buscaste entre la gente. Me devolviste ese beso tan grande que te había dejado con los chicharrones tantos años antes, ya no eras la misma, eras más frágil, pero estabas ahí con tu bolsita de panes con camote para mi ¿lo recuerdas?, no llores más, no me hagas llorar, volviste más días ya casi sin excusas. Yo te abrazaba porque en tu rostro también veía a mamá. Y llevé a mamá a comprarle algo, tú también querías y a mis cortos 17 años no me alcanzaba para dos. Tus ojos se cayeron al suelo, ¿lo recuerdas? Tuve la oportunidad de devolverte todo el cariño que me diste de pequeño, y no lo hice ¿lo recuerdas? ¿pudiste perdonarme? Sé que sí, aquí tengo algo que parece un pañuelo, creo que no es, pero no importa, apenas lo pensé, encontré uno para ti, sécate tus lágrimas que aún vienen más recuerdos.

Decaíste porque a pesar de tu enfermedad, de tu penuria, de las veces que te decían “no lo hagas” tú lo hacías, te paraste en frente a todo y a todos. Hoy, te han dado de alta por enésima vez. Estás en tu casita, la de siempre, la que sigue igual que hace veinte años. ¿Ves esa poza que estamos derrumbando? En aquella navidad que te conté al principio, me escondía mientras jugaba con mis hermanos, pero ya no está, ya la tumbamos, ya mejoramos tu lavadero, tu ducha ¡Mira está cayendo agua caliente!, te prometí volver, pero no volví. ¿me perdonarás nuevamente? ¿dejarás de llorar? ¿quiéres que te bese la frente?, ya pronto, ya pronto.

Ahora estás de nuevo en el hospital, mira. El doctor aún con la borrachera de año nuevo nos había dicho que no despertarías, y despertaste, terca tú, y estamos al pie de tu cama. En tu rostro sigo viendo el rostro de mamá, el cariño de Sofía, tú nos quieres. Esa tarde reíste, te acordaste de mí, de mi pasado, ¿Cómo recuerdas tantas cosas y a tantas personas? A veces me sorprendes. Mamá desde entonces te lleva todo lo que puede darte y nosotros, insensatos, preocupados en lo que no se debe, te dejamos ir.

Y te fuiste.

Desde niño, cuando te quemaste el pie con agua caliente por mi culpa, desde que estuviste conmigo en la primaria, con los chicharrones, mi primer trabajo, mi único amor, tus últimos días. ¿lo recuerdas? ¿me perdonarás que estando aquí nunca pude decirte lo mucho que te he querido? ¿sabrás entender que eras la única imagen que me ha tocado creer que nunca se iría? ¿Qué llegarías siempre a la puerta de mi casa con tus vestidos y tus joyas, con tus sonrisas y tus abrazos, con tus maldiciones y tus heridas? Hay días en los que espero en la puerta a que llegues y preguntes si ya cenamos, si ya terminamos con todo, si ya somos felices como has querido siempre.

Mira, ahí tú ya no estabas. Un día antes me había tocado recogerte y adornarte al costado de las velas, y hoy he logrado entrar nuevamente a tu casita, a tu cocina. Sobre tu mesa aún observo tu mandil, tu bastón. Todavía hay rastros de tus ollas sucias, de tu cuarto desordenado. Todavía siento tu presencia. Es una casa tan grande y tan igual que ahora se ve distinta sabiendo que no vas a volver. Tus zapatitos desgastados están debajo de tu silla y mientras nadie me ve, a mí, se me ha partido por milésima vez el corazón. Quiero que sepas que esperé tanto este momento para despedirme de ti, pero ya no estabas, no lo podía creer aún.

Estoy llevándote en mi hombro, y te despides de mi mamá que no se resigna, de nosotros que no lo asimilamos. De mi tío que te extraña como hace más de cincuenta años, de tus nietos y hasta de tu negrita. ¿sabes cuanta falta ya nos haces a pesar de que fueron solo dos días?

¿lo recuerdas? ¿me recuerdas?

Esta debe ser la despedida más triste de mi vida. Ya no llores, Yolanda, te entrego un pedazo de mi corazón y por favor llévaselo también a mi abuelita, sé que está contigo. Ahora, ven y abrázame, ha pasado algún tiempo desde que te fuiste, tus manos se sienten algo frías, ya es momento, ese que está ahí abajo llorando con los ojos cerrados sobre el desorden de su cama soy yo, y ya me toca despertar.



jueves, 24 de septiembre de 2015

Apología a la pérdida de tiempo


Seis de la mañana.
Abrir los ojos, despacio. Ritual para darse cuenta que estas vivo.
Una taza de café, mil recuerdos, tres monedas y tres cucharadas de azúcar. El día empieza y avanza frío, el agua se me cuela por el cuero de las zapatillas. Levanto la mano para que me lleven y acomodo la mochila sobre el hombro.

A veces, pienso, que todos los días son buenos para perder el tiempo. Vivimos creyendo que vivimos cuando lo que en realidad sucede es que perdemos tiempo. El tiempo que pierdo mientras ingreso a la estación de tren, el tiempo que pierdo observando las ventanas por la ventana del tren, es tiempo que nadie me devolverá. Calculo que el día que yo muera, al mirar atrás, voy a recordar todas las veces que perdí tiempo haciendo fila en la estación, recordaré las veces que me detuve a leer algún periódico de esquina, alguna cerveza en cualquier bar sin la compañía necesaria. El tiempo que pierdo encendiendo un cigarro tan temprano mientras todos corren para marcar ingreso. Hay demasiado tiempo perdido en la oficina mientras no se hace nada mientras todos creen que salvamos al mundo. El tiempo es muy hipócrita, si alguien me pregunta ¿cuánto falta para anochecer? Probablemente le responda “ya casi nada, vaya, corra, termine lo que tenga que hacer y no pierda tiempo en tonterías, viva”. Sabios consejo que casi nunca cumplimos.

Ya perdí demasiado tiempo borrando y escribiendo, borrando y escribiendo, borrando y escribiendo. Es momento de vivir a mi manera.

Medio día.
Cerrar los ojos, disimulado, cauteloso. Ritual para darse cuenta que no estás soñando.
Dos tazas de café, tres mil recuerdos, una moneda y deberían ser seis o siete cucharadas de azúcar. Gómez me ha dicho que cantará en un concurso, y me ha jodido la cabeza con una versión desafinada y sensible de “Manto estelar”.
- No te acompaño ni cagando – le dije, en realidad no tengo ganas de escucharte desafinar mientras remueves mis recuerdos. Mucho peor si lo acompaño con alcohol.

- ¿hasta dónde llegarías?
- Me conozco, no estoy bien, cuando cantes una de Miguel Bosé, tal vez, te siga.
- Ok chau, voy a eliminarte.
- Si, lo sé.

Y se fue, pero acaban de llegar dos flashbacks, el primero, un sótano algo oscuro y una mesa algo aburrida, sobre mi mesa un acompañante a quien no esperaba y en la escalera la persona que esperaba pero que nunca llegó. La esperé y no llegó (otra vez el concepto del tiempo perdido). Y las canciones combinadas con alcohol se mezclaron en dinamita. No debí mirar hacia el frente, ya eran demasiadas cosas mezcladas entre sí, alcohol, canciones, recuerdos, dinamita, anteojos.

El segundo flashback no se fue tan lejos, eran las seis de la mañana, una mañana electoral. Dos días enteros sin dormir, cortesía del café, energizantes y la ansiedad me llevaron a una batalla interna que trasladé a unos formatos en excel y novecientos noventa y nueve números jugados al descarte. Una última artimaña y ¡bingo!. Levanté el teléfono, todo se apagó. Mierda, que no conteste, no quiero escuchar su voz, que no conteste, esto no puede ser peor.

Y contestó.

Otra vez el círculo con diferentes elementos, noches sin dormir, canciones, recuerdos, dinamita, anteojos y una voz.
Me quedan cuarenta minutos para decidir salir a cruzar la calle, levantar el teléfono y pedir alguna explicación.

Seis de la tarde
Mirarse al espejo, abrir y cerrar los ojos. No lo hice, no lo haré, no sé lo que quiero. Ritual cotidiano que refleja duda, y al dudar me doy cuenta que estoy vivo, o tal vez muerto. No lo sé.

Dos tazas de café, ninguna moneda. Ya todos se fueron, las luces por debajo del cuarto piso están apagadas y yo tengo un par de horas para descontrolarme por dentro. Los pasos son sencillos, leer cosas que te hieren, retroceder a espacios que duelen, escuchar canciones que destrozan y aguantar. La resistencia se ha hecho justo para eso. Luego, recuerdo lo que ha pasado, una discusión en casa y un resentimiento que probablemente se prolongue por semanas. Una deuda no pagada, un desequilibrio financiero y un día de mierda con errores de oficina. No he salido a llamar, no sé si salga a buscarla. Justo ayer no he dormido recreando una canción y justo hoy la tortura empieza a gustarme al repetirla constantemente. Sospecho que mi día terminará como hace cinco años, como hace un año. Subiendo a lo más alto a detenerme junto a mi perro, y ver como el mundo se apaga poco a poco. Como los que pueden, duermen, como los que pueden, aman y los que también pueden, lloran por la noche. Pierden el tiempo, pienso. Encenderé un cigarro, abrazaré a mi perro y haré lo que he criticado desde que comencé a escribir. Perderé tiempo, porque no llamará, y no llamaré. "Ya nos hemos olvidado antes". Ella volverá porque dicen que los asesinos siempre regresan a la escena de su crimen, eso no garantiza que se quede, tal vez olvidó decirme algunas cosas y solo me las hará saber, tal vez no suceda nunca y me descubra como soy, y se dé cuenta que no vale la absoluta pena mirar atrás, yo que sé.

Empieza el círculo que nunca acaba, un cigarro, más café. Monedas y serpientes en las manos. Canciones que no te dicen nada pero te joden todo. El orgullo que desborda por cada poro de su piel, promesas sin cumplir y por cumplir, alcohol, dinamita, su voz, mi voz, cierro los ojos para vivir, y los volveré a abrir después. La vida sigue siendo un círculo donde perdemos todo prolongando cosas que van a suceder.


Mientras tanto, afuera llueve, y huele a octubre. Todavía queda mucho tiempo que necesitamos perder.


martes, 22 de septiembre de 2015

Yana Allqu


Existen dos líneas imaginarias en mi mente. Una por donde no debo cruzar, y otra de donde me muevo como serpiente.
No es la primera vez que alguien pide no saber de mí, estoy pensando adoptar la incomodidad como deporte de aventura. La incomodidad para mí y la mentira para ti, es un buen negocio ser jodido y ser blasfemo. 

Es ahí, el límite de la línea por donde no me atrevo a cruzar.

Habían pasado ya muchos días desde que volví, incluso caí en la cuenta de que había regresado hasta hace cinco años atrás, dónde solo existía un veinteañero con la voluntad de amar a costa de cualquier cosa. No me vas a leer y eso me ha quedado claro, me dejas con un recuerdo escrito en el aire como castigo más cercano, y mientras cada cinco minutos reviso si me escribes, si me lees, si te importo. Cada segundo aumentan mis sospechas de creerme desinteresado y cada minuto resta las esperanzas de otro  beso. Sé que lo merezco y sé que lo mereces, todo eso lo escribo en la línea donde me muevo como serpiente, detrás de todos mis prejuicios, de mi egoísmo. Me miro en el espejo y solo veo un montón de errores y de heridas que dejé en algún lado de tu piel, en algún centímetro de mis palabras. Soy hiriente, calculador, inteligente para sentirme una reverenda mierda. Eso, es difícil de conseguir.

Es ahí, el límite de la línea donde me muevo a mi manera.

Pero caminemos hacia atrás. Ahora, estoy a punto de salir, encender un cigarro. El destino será aquella orilla con arena donde todo empezó. Mirar las olas sin mirar atrás, sin que me preocupe, la oscuridad me acompaña cada noche al dormir y hoy espero, me acompañe más allá de las cortinas de mi cuarto.

No he sido bueno, tal vez, me atrevo, fui el peor. No he respetado ningún acuerdo, no he respetado ni tu orgullo, ni el mío, al contrario de todo lo que podía suponer, me vendí por dos monedas a todos los recuerdos reciclados que me empujaron nuevamente hacia tus brazos y lo disfruté. Lo disfruté porque a espaldas de mi más jodido orgullo, incluso por encima de todas las mentiras que acomodé como tetris para que no derrames una sola gota más de rabia o de dolor, por encima de todas esas cosas que me hacían diferente y despreciable, yo te amé.

Y te amé sin miramientos, sin especulaciones. Incluso después de abrazar otra cintura y de seguir otros pasos y de ilusionarme con otra magia, te amé, porque después de cerrar otros ojos y de amarrar otros zapatos, no existía recuerdo, ni calle, ni sonrisa, ni gesto, ni besos, ni nada parecido al consuelo de renegar, de buscar, de timbrar y de joder. Nada lograba sacar de mis ojos ese brillo que sólo tú sabes relucir, nadie fue capaz si quiera de acercarse un poco a la línea manchada en sangre donde se esconde sigiloso el límite del amor que yo te tuve, y ciego y algo ebrio por el camino que me tocó recordar, he terminado por estropear todos los faroles que me dirigían hacia ti. Lo siento, de verdad.

Es ahí, el límite de la línea donde cruza mi sinceridad.

Pero, ¿era de la misma manera desde ti hacia mí? No lo sé, me aseguré hace casi cinco años a construir un camino adornado por tus ojos, por tu vientre, por tus pechos, por tu sonrisa y por el privilegio de verte despertar. Era la llave más sagrada y la tenía que cuidar y ciertamente no la cuidé. Ahora hay otros pasos sobre ti, he perdido. Me has perdido.

Sigo yendo hacia atrás, no me atrevo a borrar de mi memoria todas las noches y todos los días que me ha tocado perdonarte ni quererte, ni amarte ni cuidarte. Nos enseñamos dos mundos diferentes y aun así sobrevivíamos, no voy a ser capaz y con el perdón de los próximos labios que me tocará besar y con el respeto del próximo amor que yo tenga que cuidar, no me voy a atrever a sacarte de mi vida. “Nadie se muere de amor”, lo dices tantas veces y lo recuerdo, pero a la vez suena dentro de mi mente una de mis canciones de batalla. “una y otra vez, me he visto caer…” Ya de nada sirve hacerme el valiente o el miserable. Si existía un corazón con tiradores para cada lado de nosotros, acaba de romperse. De mi lado por volver a ser el indeseable de siempre, y de tu lado por no renunciar a algo que dices irreal pero que tú misma te encargaste de hacer crecer. "Soy un poco paranoico lo siento".

¿y los locos merodeando el universo? ¿y los poros sobre la piel?, quedan menos de doce horas y cuando al fin, logres bloquearme, se bloquearán también todas esas promesas que se quedarán con ganas de ser cumplidas, y le pondrás el sello de “real” a todas las mentiras que dejamos flotando en el aire desde que llegaste nuevamente.

Y a pesar de ser lo que fui, y de que eres lo que no quisiste, quiero despedirme como se despiden los cobardes y los que mueren. Te daré la espalda y verás mi huida, pero aun así, créeme, yo te amé. Perdóname.


Pero me voy, porque dejé de ser el único.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Veintiocho de noviembre


***********W***********

Yo sé bien que si das un paso al lado de tu cama
no encontrarás más mis zapatos desgastados
ni las medias que los perros a veces llevaban en sus dientes.

Sé bien que si volteas al otro lado de la almohada
vas a ver la profundidad de otros ojos que vivirán por verte
y vas a sentir el aliento que avanzará hacia un beso a tu frente.

Sé también, que al caminar por esas calles
donde todavía quedan marcas de mi sombra
recordarás como se dibujaban en el suelo con la tuya
y buscarás un punto exacto para sentirte diferente.

Vas a tener en cuenta que estuve y ya no estoy,
que mi ciclo se murió junto al amor que me tenías,
que vagabundo, aún perdido te seguía por las calles
y seguramente entre tus más escondidas tardes a solas
me recuerdes,
imaginarás verme volver, aunque ya no lo quieras,
aunque jures no quererme.

Yo sé bien que si ves en otro rostro algunos lentes
y que si por asomo alguna barba camina hacia tu dirección
vas a pensar en las rascaduras sobre tus mejillas,
vas a querer que te miren agrandando los ojos
y arqueando los labios hacia abajo,
frunciendo el orgullo en busca de tu risa,
escapando de tus dedos que cogían mis brazos con dolor,
seguramente querrás acordarte de mí,
y muerto sobre mi escalera voy a mirar al cielo pensando en ti,
correré aunque no sea cierto, hacia tu lado
mientras tu camines cogida de otra mano
me pondré a tu izquierda a manera de estorbo transparente,
voy a pretender en cada paso encajar tu sombra con la mía
y tatuaré en cada nueva calle mi presencia.
Seguramente entre tus más tristes tardes tras tu puerta
y entre tus gemidos más intensos por la noches,
entre los versos que leas a escondidas
por encima de todas mis promesas más pendientes,
de todos mis caminos sin salida
y de todas las caídas de mis mentiras recurrentes,
me recuerdes,
y yo, aunque no lo quiera,
me perpetuaré al lado de tu sombra,
y entre sombras grabaremos el amor que nunca fue,
que buscamos en batallas repetidas
y en infiernos incandescentes.

Y tal vez, yo te sangre en cada herida,
y probablemente, tú,
te me cueles en cada respiración,
tal vez cada que te necesite te recuerde
y cada que te recuerde me escuches en medio de tu sombra,
y cada que te escuche yo te pida “no me dejes”,
dibujarás tus promesas en mi frente,
huirás sabiendo que ya no estoy,
que soy una sombra distorsionada en tu memoria,
que soy el recuerdo de promesas sin cumplir,
el causante de tu depresión más recurrente,
de tus daños más urgentes
y tal vez cuando creas que ya no existo,
que me fundí entre besos de otra mujer,
y que escapé de tu corazón parchado sin permiso
solo si te pienso,
solo si te miro desde el cielo,
tal vez,
nuevamente,
me recuerdes.

***********W***********

viernes, 11 de septiembre de 2015

Centinela de un espejo

Te extraño.



Pero ciertamente aún no sé quién eres, ni se dónde estás. Te extraño porque empiezo a quedarme solo, y la soledad mientras más minúscula es más pesada, mientras más larga es más marcada. Lo sé, hace ya un buen tiempo que no tengo a quien llamar por las noches ni joder por las mañanas, ya no recuerdo inventar ciento diez motivos para decir “pienso en ti”, “en alguien”. Hace tiempo que nadie me pregunta como estoy, ni escucho a nadie llamar para decir que piensa en mí, en lo que hicimos ayer, en lo que haremos mañana. Nadie se harta de responder dos veces que me quiere mientras lo pregunto por tercera vez, esperando escuchar una cuarta, una quinta. Ya nadie recibe mis clases maestras de hacer el ridículo solo para hacer sonreír.

Te extraño, pero tengo la ligera sospecha de que no me extrañarás, de que cruzaste mi camino dos segundos antes de que yo te pueda ver, dos segundos después de que alguien descubra lo increíble que podías encajar con alguien y ahora solo queda contemplar esas cosas que suelen suceder pero que no me van a suceder, y esa bendita sensación de ir por cualquier parque imaginando reventar los globos apuntando con mis dedos, esa ligera intranquilidad de acercarme y decirle a alguien “date cuenta hermano, ella no te quiere más que a su ex”. Extraño ser el pinchaglobos pesimista que nunca fui.

Te extraño tanto que tengo una lista de canciones preparadas para cuando te conozca, para cuando te diga que te quiero, para cuando fuera la primera vez que te haga el amor e incluso para la primera vez que te pida perdón por haberte traicionado. Claro, también tengo una de reserva por si me traicionas tú primero, y por si me doy cuenta o nunca me doy cuenta. Pensándolo bien voy a poner esta lista de portada.  Tú sabes, las estadísticas inhumanas apuntan siempre a superarte, a entenderte, a justificarte y a intentar olvidarte como si no fuese suficiente tan solo despedirte agradeciéndote que me hayas querido tanto o casi como a él.

Extraño tanto tener que buscarte en mis madrugadas, así te encuentres al otro lado del mundo o al otro lado de mi cama, así a propósito me pierda para que me busques y te tenga que dejar flechas dibujadas en la cuadra. Ojalá algún día te des cuenta de todo esto que extraño de ti, de tu voz en mis llamadas, de tus ojos en mi cara, de tus manos en mi espalda, de tus lágrimas mojando los bolsillos de mis camisas, de mis manos agarrándote una de tu cuello y la otra de tu nalga.

Ha pasado tanto tiempo y aún te extraño ver llegar de tu oficina a mi ventana, de tu cocina a mi escalera, de tu trabajo a mi frazada. Toda esta maldita soledad debe ser tan grande como el amor que piensas sentir por mí, o como el arrepentimiento que te embargará por haberme conocido. Extraño que me beses aunque no cierres los ojos al hacerlo.

Sabes, te extraño tanto pero ciertamente aún no sé quién eres, pero si algún día te descubro te daré cinco segundos para huir, y si no te vas, contaré hasta tres tratando de huir yo, y si no me voy, extrañaré tanto esta soledad que seguramente me arrepentiré toda la vida por haberte conocido.


Tengo toda una lista de canciones por si vuelves, pero si no vuelves, le daré vuelta al casete intentando comprender porque te has ido.


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