sábado, 19 de diciembre de 2015

El norte de Lucía II


Desde hace unos días, las tardes ya no son las mismas. De pronto el sol se fue, o tal vez no se fue, se quedó estancado en el lugar donde las mejores cosas se han quedado para perseguirme invitándome a regresar.
Desde hace unos días, ningún rostro de ninguna persona por ninguna calle y bajo ninguna luz o sombra me ha regalado el placer de esa sonrisa que se esconde debajo de dos ojos que me gritaron pidiéndome que nunca más me vaya, esa sonrisa que se subraya con dos brazos que lo único y mejor que saben hacer cuando me tienen cerca es rodearme con el calor a modo de camisa de fuerza.
Desde hace unos días que la arena de alguna orilla tiene tatuados sobre sus aguas el recuerdo de dos pasos que buscaron un paseo por la eternidad con solo tomarse de la mano mientras admiraban el silencio de la nada.
Hoy, es uno de esos días donde uno se levanta a buscar eso que por aquí todavía no existe, pero que pronto existirá. Tu presencia fue un regalo que seguro "Dios" se encargará de traer por aquí algún día, y si no lo trae él se encargará de llevarme hacia ti. No importan los cálculos del tiempo o el espacio, la distancia es un punto muerto entre norte o sur, el tiempo es un reloj deshabilitado que no se siente si se trata de algún día (o de muchos días) poder despertar y esperar en la mañana el sonido de tu voz tras esa puerta que se abría lentamente, que regocija entre su marco la alegría de encontrarte ahí, detrás del timbre, detrás de la distancia, detrás del tiempo, detrás de Dios. No existe ningún elemento comparable que me regale en estos días el calor de tu ciudad ni el calor que me daba algo de vida con sólo verte sonreír.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Carta a Beatriz



Disculpa la demora, hace días estuve pensando que escribir mientras borraba todo lo demás. Borrar lo demás nunca ha sido un buen camino, la mayoría de veces he terminado recordándote más de lo habitual. Lo habitual sería en el mejor de los casos soñarte, soñarte andando feliz como acostumbras ser ahora, como estoy seguro volverás a ser pronto o como deberías ya estar siéndolo. Siendo extremadamente sincero, te he soñado más veces verte llegar, que en estos días se volvió en uno de mis sueños recurrentes. En alguna parte de algún mundo paralelo tú y yo aún somos felices, y este día deberíamos estar celebrándolo en alguna banca de algún parque con una caja de cupcakes personalizados y con un plan de pasar la noche lejos de los lugares comunes. En algún mundo paralelo donde no existe ninguna de las cosas que nos hicieron retroceder, deberías estar llegando con esos besos pacaditos que casi siempre derretían el hielo y la cólera y la rabia de tener que dudar o tener que reclamarte siempre. En ese mundo paralelo yo no escribo esto, ni tú despiertas con otros ojos frente a ti.

Hoy, después de cerrar algunos proyectos que me hubiese gustado contarte al más mínimo detalle salí de la oficina y cogí un taxi, sin la habitual ceremonia de reconocimiento facial y sin si quiera ver si en su parabrisas había signos de alguna figurita de la virgen de las Mercedes o la virgen de Guadalupe. Solo lo abordé y le pedí que entre a calles llenas de tráfico. Todavía hay lugares que te recuerdan, todavía existen personas que te recuerdan y a las que tengo que decirles que estas bien, y eres feliz como siempre lo quisiste. Todavía hay partes de mi cuerpo que te extrañan aunque les cueste aceptarlo. Eres un recuerdo recurrente cuando salgo camino a la estación y más aún cuando reviso, día a día, algunas cosas que no me atrevo a borrar.

Hace poco me invitaron a celebrar algo que no existe, yo les di un motivo: “este sábado cumplo cinco años con mi ex”, instaladores lentos, les tomó cinco segundos entender el chiste, a mí me tomó diez minutos recuperarme de la nostalgia. Respiré esperando que estés bien y sospecho que lo estás, sin saber de mí, sin pensar en mí. La tranquilidad es un privilegio que me encargué de extinguirte y lamento pensar que tarde lo entendí.

Tengo la ligera sospecha de que algún día volveré a verte. “los asesinos siempre vuelven a la escena de su crimen”, dicen. Ayer, mientras caminaba pensando que escribirte, puse en los audífonos la canción “Drive” de The Cars, y no pude evitar volver a todo: A las noches en las que apagaba las luces, me colocaba una almohada y te imaginaba en un parque cerca a tu casa, de noche, abrazando a tu hijo mientras llorabas porque nadie te entendía, nadie te daba el apoyo. Te sentía muy triste y de la impotencia escondía el orgullo en el lugar más lejano de esa oscuridad y te buscaba de nuevo,  cinco años después, a veces, quisiera volver a hacer todo esto, volver a enloquecer para tomarte de la mano e ir a merodear el universo.

Me equivoqué como se equivocan los que siempre buscan ser perfectos, y aún hoy, después de todas las veces que me pediste que te deje mientras yo entendía que querías que me quede, después de abrazar otros cuerpos, besar otros labios y desvestirme en diferentes camas, aún después de mentir tanto para ocultar que tu ausencia no me pesa, me tomo el atrevimiento de escribirte porque sé que leerás esto, Beatriz. Serás feliz, muy feliz sin mí.

Esta confesión temporal será el regalo que te ofrezco por esos cinco años que nunca sucedieron, y ojalá sirvan para calmar un poco las heridas que jamás podré borrar.  


Buena suerte. 

Nicolás.

sábado, 17 de octubre de 2015

The Woman

- No.
+ ¿Disculpa?
- He dicho que no... muy muy cerca pero no. Te dejaste llevar, el juego estaba muy elaborado, lo estabas disfrutando demasiado.
+ No hay tal cosa como demasiado.
- Disfrutar de la emoción de la persecución está bien, desear la distracción del juego, lo apruebo... pero ¿Sentirlo?. El sentimiento es un defecto químico que se encuentra en el bando perdedor.
+ ¿Sentimiento? ¿De que estás hablando?
- De ti.
+ Oh dios mío, mira a este pobre hombre, ¿No creerás realmente que estaba interesada en ti? ¿Porque?
¿Porque eres el gran Sherlock Holmes, el inteligente detective de sombrero gracioso?
- No...
Porque te tomé el pulso...
Elevado, tus pupilas dilatadas. Imagino que John Watson piensa que el amor es un misterio para mí, pero la química es increíblemente simple y muy destructiva. Cuándo nos conocimos me dijiste que un disfraz es siempre un autoretrato, que honesto de tu parte, la combinación de la caja, tus medidas, pero esto... Esto es mucho mas íntimo, esto es tu corazón y nunca deberías dejar que gobierne tu cabeza. Podías haber elegido cualquier número y haberte ido con todo, pero simplemente no lo podías resistir ¿verdad?
Yo siempre asumí que el amor era una desventaja peligrosa... gracias por la prueba final.
+ Todo lo que dije, no es verdad. Sólo estaba jugando para usted.
- Lo sé, y usted está perdiendo...

 Escándalo en Belgravia.
Ep. 2, Cap. 01

lunes, 12 de octubre de 2015

Línea de tres



Un cadáver sobre un escritorio, un monitor con el siguiente texto:

“Uno no termina de cambiar, ni de acomodarse la corbata cuando decide volver. Hemos vuelto a ser lo que nunca dejamos de ser, pero el tiempo en el que me tocaba apuntar con el dedo y juzgar, y encontrar siempre los adjetivos correctos para inutilizar a los demás terminó, terminaron para mí. Me rindo y está será mi declaratoria.

He caminado desde que tengo uso de razón destructiva, aproximadamente desde los quince años, cuando sin pensarlo dos veces aprendí a devolver los ataques con palabras. La base de todas las adicciones son así, al principio le temes por lo peligroso pero luego le encuentras el gusto, lo dominas y lo usas a tu favor. Conforme pasaba el tiempo me volví un experto cuando me sentía golpeado, bajar la cabeza nunca fue una opción, asumir una derrota sin antes haber cobrado parte de la recompensa por destruirme era un objetivo dulce, si yo sufría dos noches necesitaba que el atacante sufra el doble, el triple, lo que sea necesario para sentirme mejor. Ser alguien despreciable es un arte despreciable, pero gratificante. Lo he disfrutado, disfruté ver caer torres que antes me habían hecho caer. La venganza siempre ha sido insuficiente, me fascinaba ser el verduguillo invisible que se clavaba por la espalda sin opción a reclamar. Me gustaba, ese fui yo durante tantos años, aquel que bajaba los brazos solo para levantar el arma y disparar, el que no conocía opción a rendición. Mis métodos incluían de todo, hasta la súplica o el descontrol con tal de conseguir lo que quería, la paciencia es un hábito, la mentira es una opción, la facilidad de crear historias y repetirlas tantas veces sin embargo era la cumbre, la catarsis. Era encerrarse en un estado mental a crear y recrear coartadas milimétricas y al detalle, escenas sobre guiones, algo esquizofrénicas y desorbitadas. Arte sobre la maldad, pero arte al final para los que miran la pasión desde un punto marginal. Le entregué mi vida, mis letras y mi imaginación a esto que ahora renuncio. Toca renunciar porque mis objetivos dejaron de ser equitativos, ya no se da porque se ha recibido, se da por puro placer, y eso está mal, el daño ya no regresa y necesito que regrese para darle equilibrio a todo. Pero no regresa, las últimas veces he disfrutado pero al instante me he dado cuenta de lo horrible que es todo esto, la conciencia empieza a renacer y a molestar, la culpabilidad que recae sobre mi es inmensa y no estoy dispuesto a seguir así. Renuncio, sobre la mesa hay algunas cosas para ti, un tweet, un muñeco, una canción, y un nombre. Es momento de desaparecer, ante cualquier situac…”


Anderson: Se suicidó. Levantemos el caso, está más que claro. Suicidio bajo premeditación con antecedente sociópata, y le agregamos esta nota de despedida.

Nicolás: No seas idiota, lo mataron.

Anderson: Sorpréndeme.

Nicolás: La nota no concluye. Revisa el historial de su computador, traza una línea alfanumérica sobre las últimas búsquedas que realizó de la A, a la Z, del 0 al 9, cuadricula sus ingresos, sus salidas, los horarios en los que entraba a revisar sus redes, historial de reproducciones. El patrón te puede decir que se ha suicidado pero dos de las cosas que enlistó antes de ser ultimado no están sobre la mesa. Su cabeza cayó sobre el teclado y el patrón de sangre va de la silla hacia sus rodillas y por debajo del mantel, ingresando por el lado lumbar izquierdo. Por la posición del mouse, la dirección de la cuerda del teléfono, el desgaste bajo de las suelas de su zapato y la posición de los colgadores de sus anteojos refiere que esta persona es de mano diestra y, a menos que sea un contorsionista prodigio, que ciertamente por su obesidad, no es; sugiero que alguien ingreso sin que lo notara, espero el momento exacto para dispararle por la espalda. Disparo cercano y con guantes, colocando el arma con cuidado sobre su mano derecha. Balística te dirá que no hay rastros de pólvora sobre sus muñecas porque evidentemente él no se disparó. Una escena de suicidio donde hubo un crimen, una nota incompleta y dos detalles que no están sobre la mesa pero si son mencionados en el escrito, lo que sugiere que el asesino entró y no observó lo que escribía. Eso me sugiere que es la persona de quien se escribía ya que sin importar lo que había en la hoja de redacción, se llevó los objetos que le pertenecían, y eso, me da dos opciones: la persona que entró a disparar conocía al detalle todos los movimientos de la víctima, es corta de vista y le unía un lazo emocional. O por el contrario, la víctima sabía que los detalles no encajarían tanto e incluso después de muerto intenta inculpar a alguien de un asesinato que no cometió. Despecho, desencuentro, rendición, culpa. Revisa el historial de búsquedas y cuadra solo los nombres de mujeres que se relacionen a él, entrelázalas con canciones o textos deprimentes o que hablen de temas como olvido, resignación o venganza.  Abre tu dispositivo y busca ahí los nombres que encuentres, si el asesino es de quien escribía a estas alturas no debe existir en la red seguramente por bloqueo, por restricción o porque desactivó sus cuentas. Utiliza el caché del navegador y de las páginas personales, encuentra un nombre, luego, accede al registro de contribuyentes, obtén su dirección y mediante su seguro médico accede a su registro de empresas que lo paguen, reutiliza la información de sus conexiones y transacciones financieras si las tuviera. Tenemos una persona que buscar y mucho que interrogar.

A:           Tengo un nombre.
N:           Bien, vamos.


Toman un taxi, a la Calle La Mar, 2811.

A:           ¿cuáles son las cosas que faltan?, tú leíste la nota.
N:           El muñeco.
A:           Pero dijiste que eran dos cosas.
N:           El tweet, no hay que ser un experto para deducir fue borrado.
A:           ¿Cuáles son las otras opciones?
N:           El nombre, que ya lo tienes, y la canción. ¿tienes el historial?
A:           Son tres canciones, se repetían al mismo tiempo siempre. Un pacto – Bersuit, El Aventurero (y esta es la que me gusta a mi) de Pedro Fernández, y Sé que te amo – Cómplices Eternos.
N:           ¿Los tres, a la vez?
A:           Si, ya llegamos.

Tocan la puerta 2811.
N:           Buenas noches, ¿Beatriz Irene?
B:            Sí, soy yo, ¿qué sucede?
A:           Personal de investigaciones, queríamos hacerle unas preguntas.
B:            Uhmm, no… no entiendo ¿pasó algo?
N:           ¿Conocía usted a Edgar Fritz?
B:            Sí, ¿qué le pasó?
A:           Está muerto, y algunas evidencias apuntan hacia usted como implicada.
B:            (entra en shock)
A:           ¿Podemos entrar?
B:            (aún en shock, asiente)
N:           ¿puedo usar su laptop para poner algo de música? Necesitamos detalles y en el estado que se encuentra no nos podrá ayudar, algo de música liberará tensiones.
B:            Está bien.
A:           ¿de dónde conocía al señor Fritz?
B:            Fue mi pareja, por unos años. Terminamos porque la relación se volvió tormentosa, en un momento de ese tiempo solo peléabamos y siempre habían maneras de dañarnos y de buscar revancha, él tenía el poder de ser tan duro, a pesar de haberme separado de él y de tener un nuevo compromiso ya hace un tiempo, siempre me preocupó saber cómo estaba, no entiendo que pudo pasarle, ¿Cómo sucedió?
N:           Play a Bersuit – un pacto. Lo mataron, aunque la escena sugiere un suicidio.
B:           Conozco esa canción, la colgué hace unos días ¿por qué la puso?
N:           Escogía cualquiera de su historial, solo fue casualidad. Cuénteme, ¿Qué hacía usted ayer por la noche?
B:            Regresaba de trabajar.
A:           ¿Cuándo fue la última vez que lo vió?
B:            Hace ya unos meses, pero no terminamos bien, discutimos.
N:           ¿Sabe de alguien que podría hacerle daño?
B:            ¿más del que él hizo a los demás? No, no lo creo.
A:           Dice no conocer a nadie capaz, pero guarda el resentimiento por el daño que él le hizo.
B:            Es algo que él sabía, nunca se lo oculté.
N:           ¿Podría decirme sus nombres y apellidos completos?
B:            Beatriz Irene Jáuregui Kier.
N:           Es todo, buenas noches. Aunque, ehmmm, antes de irme, ¿colecciona usted los regalos que el señor Fritz le ofreció?
B:            Solo algunos.
N:           ¿Puedo verlos?
B:            Si, claro.
N:           (Después de revisar). Que tenga buenas noches, nos comunicaremos con usted en caso de cualquier implicancia.
B:            Gracias, por favor, manténgame al tanto, no puedo creerlo aún, no sé si merecía este final, pero es algo que me duele.
A:           Lo haremos, hasta pronto.

Salen de la casa:

N:           Miente, pero dice la verdad.
A:           No entiendo…
N:           Ella no lo mató. Pero el muñeco está ahí, sólo que ella aún no lo ha notado.
A:           ¿cómo sabes que el muñeco está ahí? ¿Cómo sabes que no lo ha notado?
N:          Bueno, no miente, pero su historial la delata, conexiones y búsquedas dan un patrón de horarios iguales las últimas semanas, incluso meses. Largos periodos de ausencia, tiene un carnet de identificación en una empresa que ciertamente no tiene miramientos ante las inasistencias. Sobre su mesa hay recetas y dos permisos para ausencias, tres originarían una oferta de despido y si algo he notado, es que la carencia de zapatillas nuevas, abrigos nuevos, ropa nueva, la presencia de facturas por pagar la hacen alguien dependiente del trabajo. La canción de Bersuit no le pertenece a ella, el muñeco estaba en el cajón de la actual pareja, al parecer, ella ha perdido el interés por revisar la vida de otros incluyendo al nuevo amor, el muñeco está ahí, no está en el lugar de los demás y ella no ha revisado. ¿pero por qué? y su aspecto contrasta con la limpieza de todo lo demás ahí dentro, quien lo puso sabía que nadie lo buscaría ahí, pero si no lo ha tirado es porque espera hacer algo con el, ¿Cómo llegó ahí? Tenemos que buscar a Gonzalo, ¿si te preguntas quién es?, la actual pareja. Ella dijo que vio a Fritz hace unos meses sin embargo estaba separado de él hace mucho tiempo, a considerar por la antigüedad de algunos muebles y de sus publicaciones referentes a otras personas y al cambio total del tono de sus mensajes en sus redes, nueve a doce meses,  no más, no menos. Gonzalo debió percatarse de algo, un engaño, algo, ese también es un motivo suficiente para matar a alguien, y la canción la escuchó él, y el muñeco estaba en su cajón, y él si tenía tiempo ayer, al parecer el trabajo que él tiene es más flexible, en su habitación no hay credenciales ni ropa muy formal, el horario es poco usual para alguien de oficina estricta, y asumo que es de carácter escondido, tranquilo, por la manera en como ordena sus cosas y el cuidado que le da a su propio espacio, debe ser de los que piensan dos o tres veces algo antes de hacerlo, sugiero que se centró tanto en el hecho de proceder y de cómo desaparecer que no calculó dos cosas importantes: qué hacer con el muñeco y leer lo que Fritz dejaba en el escrito.
A:           Se te escapa algo.
N:           Como entró donde Fritz, debía ser alguien conocido, y él no lo es.
A:           ¿Tienes el número de Beatriz? Llámala.
N:           ¿Qué solicito?
A:           Nombre completo de su actual pareja.
N:           Lo tengo. Gonzalo Pedro Sauce Yance.
A:           y Edgar Fritz...
N:           Líneas de tres. Tres personas, tres nombres, tres canciones.
A:           ¿estas asumiendo que…?
N:           Silencio, déjame pensar.

En algún lado de la ciudad.
Línea 1:                Esta hecho.
Línea 2:                ¿testigos?
L1:          Ninguno, señor.
L2:          Entiendo. Gracias. Sube por el dinero, trae el arma y las llaves.
L1:          Enseguida.

Se oye un disparo. Un cuerpo cae sobre una chimenea. Se cierra una puerta, alguien camina y cruza una calle. "Tendrá que pasar mucho tiempo para que alguien pase por aquí." se oye.

Oficina de Nicolás y Anderson:
N:           No es necesario ir a buscar a Gonzalo. Él no fue.
A:           Por el amor de Dios, me confundes más, ¿de dónde sacas eso?
N:           Accedí a la cuenta personal de Fritz.
A:           ¿De dónde tienes la contraseña?
N:           Muy fácil, alguien con gustos musicales muy marcados, seguidor de algunos libros sin interés, el reproductor sugiere un artista, y ese artista sugiere una canción, alguien tan inteligente no te daría una clave fácil pero tampoco te daría un texto aumentado en cifras y cantidades con signos. Hacer lo obvio más directo. Si alguien tuviera que adivinar su clave intentaría con generadores de códigos o nombres de personas cercanas, él no, fue más ingenioso. Su canción preferida, en alfanumérico, en altas y bajas. Lo fácil, pero más difícil. Lo obvio, más directo. A nadie se le ocurriría marcar 123456 si es que se tratase de hackear a Bill Gates, y sin embargo, esa debería ser la posibilidad más latente para ser verdad.
A:           Que encontraste.
N:           La canción de Bersuit es de Gonzalo, lo odia, pero lo respeta. Encuentro admiración pero con recelo. La ecuación se hace más simple. Bersuit para Gonzalo, El aventurero, por obvias razones, para Edgar Fritz, eso nos da que Sé que te amo, es de Beatriz.
A:           Un amor que no se olvida, conmovido por situaciones. Intenta relacionarlas, deben contener algo que no vemos aún.
N:           ¿Pero qué? Que escondes aún después de muerto, Fritz.
A:           ¿Crees que alguien incluso después de muerto pueda tramar tanto? ¿Para qué? ¿Qué sentido tendría generar tanto trabajo que no vas a disfrutar ver porque estás muerto?
N:           A menos que no esté muerto.
A:           Viste el cuerpo. No había pulso, una bala ingresando por el lado izquierdo del cuerpo. En estos momentos su cuerpo debería estar enterrado o incinerado. Hubo un velorio, una investigación de la escena. La sangre encontrada en el suelo era de él.
N:           ¿A qué se dedicaba el señor Fritz aparte de ser un sociópata deprimido?
A:           Veamos, laboratorista en el hospital central.
N:           (mirando con ironía) justo el lugar que alguien necesita para fingir una muerte.
A:           Vamos.

Hospital Central:
N:           ¿Tomaste el pulso con el cuerpo tendido?
A:           No, cuando estaba aún sobre la mesa.
N:           Su cuerpo fue cremado.
A:           Si.
N:           Eso resta posibilidades de una futura investigación post-mortem.
A:           Las pistas se hacen más largas y aún no llegamos a nada.
N:           Ve a casa de Beatriz, Gonzalo estará ahí en aproximadamente dos horas.
A:           ¿Qué quieres que haga?
N:           Pide el número de Fritz a Beatriz, pídele a Gonzalo una muestra de sus huellas dactilares. Tengo que ir a ver algo.
A:           Entendido.

La Mar, 2811.
A:           Beatriz, ¿tienes unos minutos?
B:            Si, adelante.
A:           Buenas noches, ¿Gonzalo verdad?
G:           Si, ¿Cómo lo sabe?
A:           Estuve aquí antes, ¿podría hacerles un par de preguntas?
G:           ¿Eres policía?
A:           Algo así, pero en tal caso, de no ser por nosotros, la policía señalaría a alguien como responsable de un crimen que no cometió, espero pueda colaborar.
G:           Bueno, que quiere.
A:           ¿Dónde estuvo anoche?
B:            Anoche el no vino a dormir, se fue donde su madre.
G:           Es cierto, acabo de llegar.
A:           ¿podrá ofrecerme un vaso de agua, señor Gonzalo mientras hablo con Beatriz?
B:            ¿Qué sucede ahora?
A:           Necesito el número personal de Fritz, sé que usted lo tiene. ¿Gonzalo sabía que usted veía a Fritz?
B:            Tome, aquí está el número. Lo sabía, pero no del todo.
A:           Entiendo.
G:           Aquí tiene.
A:        (coge el vaso con unos guantes especiales) muchas gracias, estaremos informando y por favor, tomen esto con tranquilidad. Presiento que estamos cerca a descubrir que sucedió. (se va).

En la calle:
A:           (levanta el teléfono celular) Tengo el número, y las huellas.
N:           Ven a la escena del crimen. Trae ambas cosas, y una laptop.

Escena del crimen:
A:           ¿Qué sucedió?
N:           El tweet, está en su portapapeles aún. “@edgarfritz1710: Inicialmente, subrayé la vida, con los nombres que nos dio la vida. No me busquen, no estaré”
A:           ¿Quién lo borró?
N:           Fritz. ¿Trajiste la huella de Gonzalo?
A:           Si, la saqué del vaso que me trajo. El guante lo grabó en su superficie, al tomarle una foto con el flash y un filtro UV sobresalen las líneas, con el editor de fotos del celular, se voltea horizontalmente la imagen y se obtiene la huella.
N:           Esta es la huella que encontré sobre el mouse y el teclado. No es la de Gonzalo, y a juzgar por sus dimensiones, tampoco es de Beatriz.
A:           Deben ser las de Fritz.
N:           O del asesino.
A:           ¿Quién lo mató?
N:           Nadie, el sigue vivo. Hay otro muerto.
A:           ¿Qué demonios?
N:           En el registro de ingreso del Hospital, hay un constante ingreso de dos personas, una al banco de sangre. Un donante permanente, y otro, poco usual, que también ingresa constantemente al hospital, pero solo una vez al banco, y a la morgue.
A:           ¿Quién?
N:           El asistente de las autopsias. Amigo incondicional de Fritz. Tiene licencia laboral indefinida desde hace… un día. Hay una publicación donde da cuenta de sus viajes y de unos boletos de avión hacia Suiza.
A:           Lugar donde no ejerce la extradición desde aquí.
N:           Pero observa algo. En el historial de Fritz hay accesos a servidores de las mismas páginas desde donde el asistente publicaba. Si cruzas esa información, verás que coinciden con las publicaciones recientes, y de hace una semana, y de hace un mes. Ahora, observa la foto de los boletos, hay un reflejo extraño. La foto se tomó con una cámara de celular con posición al centro, como el que salen en las fotos de Fritz, a juzgar por el expediente del asistente, solo sabe usar teléfonos de otra compañía, cámara a la izquierda.
A:           Entonces tenemos un muerto y un desaparecido con una vida digital que él mismo no publicó. Pero no sabemos el orden, ni quien disparó, ni quien murió. El que estaba en la mesa era Fritz, sin pulso.
N:           Hay maneras de desaparecer el pulso, con medicamentos, con técnicas de respiración y relajación, hasta con una pelota de goma bajo la axila.
A:           ¿Qué sugieres?
N:           El número de Fritz, marca.
A:           Timbra, pero no contesta.
N:           Envía este mensaje: “tu asistente, línea de tres, (abre el cajón, encuentra pelotas de goma) pelotas de goma bajo la axila, muy hábil”.
A:           Enviado.
N:           Bien, tenemos el tweet, el muñeco, el nombre. Faltan las canciones.
A:           Puras coincidencias.
N:           Alguien ha inventado una muerte e intenta implicar a alguien mediante los detalles, ¿crees que son pura coincidencia? Empareja los nombres con las canciones, deben esconder algo.
A:           Bueno, iniciaré lo que digas.
N:       (piensa en silencio) Iniciaré, inicialmente, inicio, iniciar, iniciamos algo que no termina, iniciar, inicial… ¡INICIAL!. Muéstrame la letra de las canciones, las iniciales de los nombres... Gonzalo Pedro Sauce Yance…
                GPSY     … 7, 18, 21, 27 según el alfabeto, número de versos. Canción de Bersuit:
                                                               Desenlace de un cuento de terror (7)
                                                               Si hoy te tuviera aquí (18)
                                                               No tengo sueño (21)
                                                               El poder siempre mata (27).
                Beatriz Irene Jáuregui Kier, BIJK… 2, 9, 10, 11, Cómplices eternos.
                                                               Siento perderte (2)
                                                               Perdona mis fallas,(9)
                                                               Y mis palabras,(10)
                                                               Perdona mis miedos.(11)
                Edgar Fritz, EF… 5 y 6, Pedro Fernández,
                                                               Yo soy el aventurero,(5)
                                                               El mundo me importa poco.(6)
A:       ¿Es una trampa?
N:       No, es una despedida. No quiere inculpar a nadie. Quiere seguir jugando, pero lejos de aquí.

Suena el teléfono.
E:         Asumo que me debo sentir descubierto.
N:         Todavía no, quedan más trampas.
E:      Encuéntrelas, pero de verme descubierto ante todos, el asistente no aparecerá jamás. Los únicos que fueron a revisar su historial de ingresos fueron ustedes, empeñados en encontrar siempre un culpable. Yo ya fui incinerado, tengo todos los detalles para seguir estando muerto, pero con ustedes, tendría nuevos sospechosos, y eso es algo que me alegraría mucho.
N:        Que intentas.
E:        Escapar. (cuelga)

A:        ¿Que intenta?
N:       Fritz escapa y sufre. Pero no lo dice, lee la nota, es un sociópata acostumbrado a ganar, pero se rinde, observa la escena, si asume su rendición ¿por qué se iría lejos? ¿quién sería la única persona perjudicada? Beatriz. Ella estaría afectada pero dentro de todo se quedaría tranquila pues ya no recibiría ningún tipo de acoso, y lo guardaría solo como un recuerdo que no soportó sus culpas y que se mató.
A:        Pero acabas de decirle que no se suicidó.
N:       ¿Quieres que vaya y le diga que no fue así y que sigue vivo para alarmarla más? ¿Quieres que ahora luche con un muerto que puede o no volver si se siente descubierto?
A:        ¿Qué opción tenemos?
N:        Encontrar al asistente, saber que planea Fritz, y dejar tranquilos a Beatriz y Gonzalo.
A:        ¿Cómo lo harás?
N:       Hacia el sur, el muñeco tenía rastros de arena fina, que no se encuentra en las playas de La Mar. Beatriz tiene fotos sobre el escritorio en la costa, que no es de las playas de La Mar y a juzgar por su apariencia son de hace más de un año, según las propiedades de Fritz aparte de este apartamento y de su auto, registra una casa de playa, abandonada hasta el verano por baja afluencia. Además, había arena y ceniza. Fritz debió salir de la morgue con su asistente y se debió dirigir hacia esa casa, luego volvió a dejar el muñeco en casa de Beatriz mientras nadie estaba. Lo obvio ante lo complicado. ¿Por qué nadie notó cuando mataron al supuesto Fritz? Porque en casa de Fritz conocían al asistente. ¿Por qué nadie notó cuando Fritz entró a casa de Beatriz? Porque ahí lo conocen. ¿Para qué dejó el muñeco ahí? Para hacer pasar un mal rato a Gonzalo. La consigna es fácil, se rinde pero quiere dejar su última “obra de arte”. Inculpar a Gonzalo para que después lo dejen libre, dejar una duda en la cabeza de Beatriz. Se va, pero no los quiere dejar juntos, o al menos, eso parece.
A:        Pediré un taxi.

En la casa de playa:
A:         Huele a carne humana, por Dios.
N:        Fritz estuvo aquí, pero no es el de la chimenea, lógicamente. Alguien abordará el viaje a Suiza, y no será el asistente. Incineraron cualquier cuerpo, y lo hicieron pasar por Fritz. Mira el fuego, hay unas llaves, y un arma.
A:         Tenemos al asesino, al fugitivo, el arma, y un muerto.
N:       Era obvio, ¿quién revisa el carbón al momento de botarlo? Nadie, quien ocupara la casa en aproximadamente cuatro meses jamás hubiera notado lo que hay aquí dentro. Envía un mensaje. “Casa de playa, Suiza”.
A:        Enviado. (diez segundos después) Espera, tienes una llamada.
E:         Muy bien. Dime que tienes, te diré que quiero.
N:      Veamos, escribiste una nota describiendo tu proceder, cuando quieres inventar una mentira real, tienes que empezar diciendo toda la verdad y lo hiciste, dejaste desnudar tus métodos sabiendo que Beatriz te conoce, y se daría cuenta automáticamente que no mientes, hiciste toda la escena porque sabes que es posible y que resulta verdadero todo, salvo algo, algo en lo que nadie se tomaría el tiempo de averiguar. Una mentira por sobre cien verdades. Fui a tu laboratorio. Fuiste un constante donador en el banco de sangre y efectivamente donaste y mucho, pero fue el asistente quien retiró tu sangre por la suya. Con la sangre lista y sin que nadie lo note, aseguraste que tu asistente entre a tu casa en una hora donde nadie transita, armaste la escena, un arma de fogueo, de plástico que justo en este momento se está derritiendo lentamente en tu chimenea. Fabricaste las llaves de tu casa sobre estaño, metal de rápida fusión a un fuego no tan amplio. Usaste la complicidad del asistente y bajo un sedante y dos tubos de ensayo fabricaste dos agujeros sobre tu abdomen y zona lumbar, los cuales primero llenaste con tu propia sangre para crear salida y con un chisguete artesanal recreaste la salida de sangre debajo de tu mesa, algo muy  ingenioso y difícil de pensar. Al declararte muerto tenían que ver la coartada perfecta. Citaste al asistente aquí, tomaste su personalidad y lo mataste. Ahora trataste de incriminar a Gonzalo, entonces tendrías tu línea de tres perfecta, tu lejos y muerto, Beatriz triste por tu muerte sacando a flote sus sentimientos escondidos y a Gonzalo bajo sospecha por asesinato. Pero no te podías ir sin dejar rastros, querías probar tu inteligencia por la de los demás y dejaste pistas escondidas para ver si alguien las encontraba, tratas de dejar un precedente por si en algún momento alguien te descubría y tuvieras que regresar a ver como todo el mundo hablaba de ti, tu ego te traiciona a veces, querías saber que se siente estar por encima de muchas más personas y déjame decirte que lo lograste pero no por mucho tiempo. Te descubrí. Ahora dime, tú que tienes.

E:      Interesante, pero aún queda más. Efectivamente, el asistente está muerto, pero ciertamente merecido. Si hay alguien dentro de todo esto quien tiene el lugar más amplio en el infierno, no soy yo. Si no alguien a quien descubrí traficando con órganos de personas que no tenían ni para un sepelio. Lo que el ganaba por un riñón era ampliamente capaz de devolverle la tranquilidad a más de una familia que iba a la morgue del hospital a retirar a su muerto. Lucraba con el dolor y el cuerpo de personas que nada de culpa tenían, y a costa de eso creó una fortuna. Fortuna de la cual me adueñé pero no me llevé. Fortuna de la cual solo usé para falsificar los documentos que me están llevando a Suiza, donde seguramente el morirá desapareciendo y yo me crearé otra identidad. Lo demás esta esparcido en la ciudad, yo no necesito ese dinero así que se lo dejé a cada pariente de cada persona a la que él le extrajo sus órganos sin el menor consentimiento y remordimiento. Yo le ofrecí morir, le dije que después de todo esto yo iba a morir observando como Beatriz lloraba mi muerte, que ese sería mi peor castigo y que después, si quería, podía vender mis órganos al mejor postor. Pero no fue así, murió a causa de su avaricia, no me siento orgulloso, pero tampoco me arrepiento.

Ahora, Beatriz.
Sé que debes estar pensando en que acabas de atrapar al sociópata más criminal y mala sangre que te ha tocado encontrar, pero no es así. O tal vez si, le he dedicado mucho tiempo de mi vida a hacerle daño porque también lo recibí. Pero desde hace un tiempo esto se estaba saliendo de control. ¿viste la foto sobre su mesa verdad? ¿viste el muñeco en el cajón? Fue un error. No lo dejé ahí para incriminar a nadie, quería darle un toque tenebroso a mi muerte, ese muñeco me lo regaló ella, y para un hombre como yo que se jactaba de gustar hacer sufrir a los demás, ese muñeco blanco y negro era para mí el peor sufrimiento posible. Los malos también aman, el demonio alguna vez tenía que aprender. No me quería ir sin devolverle eso que a mí me hizo sufrir. Bien, esto es lo que busco. Huir, escapar. Ella ya no merece que yo la merodee intentando siempre hacerla pagar, ella no, ya no más. En estos momentos el plan debería ser que ustedes me hallaron muerto en medio de un suicidio, ella debería llorar que me fui pero las posibilidades de que recuerde mis actos malos después de un suicidio se reducirían enormemente y al final solo recordaría lo bueno que hice para ella. Conservaría el muñeco porque es lo más profundo que me dejó, y yo, estaría lejos de todo, de ella, de él, de mi entorno. Es un costo alto que tendría que pagar por ser tan mierda todo este tiempo. No me podía ir claro sin antes frenar al hijo de puta del asistente, así que me gané su confianza, lo persuadí porque es lo mejor que se hacer, y bingo. Aquí estoy, esperando un vuelo mientras ustedes reúnen pruebas que me incriminen y termine todo este sufrimiento para muchos, y claro, el ego me traicionó, pero debo aceptar que usted ganó. Puedo sentirme un hombre inteligente pero no más que usted. Espero algún día poder sentarme a compartir experiencias, usted no me encerrará porque en el fondo me buscará para entenderme. Sabe que no haré más daño del que ya hice y que lejos de todo me vuelvo inofensivo e inútil ante la ciudad que usted protege.

Voy a proponerle algo. Quedan dos opciones, dejar que todo sea parte de un suicidio, dejar las cosas como están y declarar cerrado el caso, o asegurar que el asistente me mató y que descubrieron que lo hizo porque me enteré de su negocio podrido sobre los cadáveres, la interpol vendrá a buscarlo a Suiza pero al no poder extraditarlo el proceso se dilatará y hasta eso yo ya habré cambiado de identidad. Acusarme directamente no es una opción y lo sabes. Me estoy yendo, y ese es el mejor final para muchas personas ahí.

N:        Voy a encontrarte.
E:      Estaré esperándote, pero por favor, no involucres más a Beatriz, ya no merece más estrés. Adiós. (cuelga).

(un silencio prolongado)

A:        ¿Qué harás?
N:        Iré por Beatriz.
A:        ¿Le dirás la verdad?
N:        Le daré el pésame, ella entenderá que Edgar Fritz merecía morir.


viernes, 9 de octubre de 2015

Pucusana



Caminando hacia atrás, escondes la mano guardando un saludo, retrocedes la vereda, abres la puerta para ingresar. Te duermes observando como el amanecer se va, como la noche se va, como te levantas de la cama perdiendo el sueño, como vives, juegas, ríes, amas. Como de pronto los errores que cometiste y las mentiras que dijiste ya no existen, no existieron, no hay traición, no hay dolor, no hay tiempo en vano ni peleas, ni discusiones, esas lágrimas jamás se derramaron, los golpes y silencios se desvanecieron. Las calles jamás fueron construidas, el cuarto sobre el segundo piso lo ocupan otras personas, los viajes largos no son planificados, el año nuevo aún sigue siendo lejano, los hospitales aún no los conoces ni tienes la menor idea de que somos tan destructivos, tan fallantes, tan intensos. Solo dos desconocidos contemplando la madrugada en la Avenida, saliendo del cine y riendo de las historias que aún no conocemos. Tú me conoces con mis lentes y sin ellos, yo te conozco tu camisa a cuadros y tu dependencia al salbutamol. Eso debió ser suficiente, estamos listos para lo demás.


****-*-****

Ella sube por un lado, yo por el otro.
Me ve a lo lejos.
Me sigue, me busca, me llama.
Amago, y voy, le digo - ¿Qué pasa? -
- Tengo miedo, no me sueltes por favor.
La tomo del brazo y pienso "creo que jamás lo haré".

La mañana estuvo blanca,
La tarde estuvo blanca.
La noche seguía siendo blanca.
Cuándo no me encuentres a tu lado
y tengas miedo de caer, siéntate.
Mira hacía abajo. Estaré ahí, esperándote.
Pero ahora, me sentaré a tu lado.

¿No lo vez? Este espacio, este mar,
esta mañana, esta tarde, esta noche,
estos ojos, estas manos que no saben soltarte,
y toda esta vida que ahora vemos desde aquí
fueron reservadas para ti.

****-*-****








miércoles, 7 de octubre de 2015

Mi mejor regalo



******~*~******

Si te escapas algún día,
Algún mes entero
Y regresas masticando alegrías
Si te acomodas las rodillas
Y de cuclillas vez mis sueños
Acomodando pesadillas,
Rasguñando ironías por los suelos
como flor de luz en mis orillas,
si con besos curas mis desvelos
y me regalas tus flagelos
con el corazón en forma de pastillas.

Haces de mis miedos fósforos con cajetillas,
Haces de mis días agua con sabor a menta,
Tú que vienes y me amarras las salidas
Mientras tu desamor con el dolor aumenta
Y yo que llego y hago nudo a tu voz y a tus zapatillas
Mientras te detengo un poco el sudor y la vida
Para que voltees a mirarme en cada huida,
Para que voltee a mirarte en cada ciudad muerta.

Mi mejor escape sigues siendo tú sin mis heridas,
Mi mejor dolor son tus dedos y sus astillas,
Mi mejor error sigue siendo el que evitas con caricias.
Mi mejor regalo sigues siendo tú,
y tu sonrisa después de la tormenta.

******~*~******



lunes, 5 de octubre de 2015

De la ausencia, el desamor y otras injusticias.


Nicolás había descendido como todos los días los cinco pisos que de día le hacen ver la gloria, y de noche la oscuridad de algunas luces y algunas sombras. Las cinco cuadras acompañadas de canciones tristes ya se hicieron hace mucho tiempo rutinarias. “tengo que cambiar de ruta”, pensó. Hace ya algunos días que un miedo que creía superado lo ha vuelto a perseguir por las calles.

“Pero qué demonios”, pensó. ¿Cómo podría cambiar de ruta si cada calle caminada y por caminar tenían siempre un rastro de ella?

Beatriz. No había mucho que contar, unos pares de años entregados de buena y mala manera, unos ojos adornados con dos lunas, una mirada muy redonda que te llegaba hasta el alma. Si al principio Nicolás se enamoró de su mirada, con el tiempo, se enamoró de mucho más que una mujer capaz de hacerlo caer y de hacerlo subir. Unos pares de años decidiendo entregarle la vida, el alma y el amor mal educado a una sola persona que lo conocía y que se conocía casi de memoria. Si Beatriz no podía respirar, Nicolás siempre tenía la manera de recuperarla. Si él se enfrascaba en alguna diatriba, Beatriz era capaz de encontrar cualquier ruta alterna más fácil y completa. Él amaba su forma de mirar y ella amaba su forma de surgir. Así era Beatriz, cúmulo y patrón perfecto en el lienzo desteñido que se armaba en cada día, capaces de describirse la vida y el morbo con una canción compartida, con una película, con una noche donde solo eran capaces de desnudarse el cuerpo y el corazón, así la amaba Nicolás, así, lo amaba Beatriz.

Nicolás ha llegado a la estación del metro. No irá hacia adelante, pero a la espalda hay un parque algo frío y ha buscado la misma silla donde se sentó a recibir los regalos de Beatriz.

“Es extraño” pensó.
“Sé perfectamente que ella no volverá, y si vuelve no será capaz de olvidar lo que hice, ni de olvidarme lo que hizo, a pesar de que me regaló algunos meses escapando del nido donde había construido un nuevo refugio. A pesar de haberme regalado más noches de amor en tan poco tiempo, a costa de su fidelidad, a costa de que todo su mundo le haya obligado a alejarse de mí. Ella no volverá y esta debe ser la décima vez que convenzo de que no debo extrañarla, pero la extraño.”

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Camilo Cárdenas doblaba una esquina. Entrelazado y jodido, decepcionado por las vueltas que le da a su última decepción.
“Joder, sí que la vida sabe esconder muy bien a sus lobos, sí que el destino sabe disparar más fuerte que fusil en guerra bélica. He sido un pequeño hámster fundido en una selva donde habitaba el reino de los más oscuros animales salvajes, pero alabado sea el Dios que no existe, estoy vivo, estoy de pie”.

No todas las veces hasta el más recio de los criminales se sienta en un parque a observar el desplazamiento de las hojas que se caen y suben con el viento. Es un viento nuevo el que llega, el que lo hace sentirse algo cansado. Ha visto una banca de madera, y ha decidido acomodarse.


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Sebastián debe ser de los chicos que sueñan dar la vuelta al mundo con un perro y una mochila llena de huevadas. El nació con una canción de Rubén Blades y dos botellas llenas de cerveza negra. Nunca se hizo problemas por los golpes que le caían en cada parte de su cuerpo, siempre se levantaba a observar el mundo esperando algún mejor cambio.

Sebastián sabía que vivía enamorado ya hace algún tiempo de una mujer poco transparente. Eso, lo seducía. “Después de tantas películas de R. Darín, quisiera darme el lujo de encontrar mi propia Irene Menendez Hastings, mi propia Laura Ramallo, quisiera tocar algo que se convierta en oro o en mierda de vez en cuando y que me digan que está muy bien para empezar. Esta mujer era perfecta, era tan perfecta que lógicamente, no debió ser para mí, sino para alguien capaz de observar y no juzgar esa perfección. Estoy loco, y así, desequilibrado nunca seré capaz de detener ese poder que ella posee sobre mí. Con una palabra yo puedo llevarla al más oscuro rincón de la humillación pero ella con un beso fue capaz de desatarme todas las malditas cadenas que me impedían avanzar, me ha rescatado. Pero ya no está”.

La mochila y el perro, los cuchillos sobre la espalda. Ya no encuentra más caminos para andar y solo se resigna a dar vueltas sobre círculos que nunca acaban. “este amor es como un círculo, no le veía principio ni final, ella se salió del círculo. Yo no pude detenerla ni seguirla”.


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Nicolás observaba el vació de una ausencia. Sobre una libreta vieja apunta siempre las cosas que va recordando al día. Si va por una calle de pronto algún postre mal preparado y una voz en su cabeza que le dice “ella lo hacía mejor”. Si va por la calle de pronto una canción y la misma voz “ella era esa mujer celosa”. Si va por cualquier camino adornado por neón la jodida voz “en este lugar nos amamos sin control”. No es justo, nadie dijo que debía serlo. Entrampado en trivialidades y en demasiado descontrol, Nicolás se arrepiente de mucho Sherlock Holmes, de mucho Benjamín Espósito. Tal vez, de hacer las cosas un poco más simples, Beatriz todavía estaría con él. El amor reservado para ella se empieza a ir con el cansancio. Ya son varias horas sentado en aquel parque, ya te tienes que ir. Abre la libreta y después de escribir un verso corto, lo ha firmado con un alias y le ha puesto nuevamente de nombre “Beatriz”.

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Las penas se consumen mejor con cigarros y con alcohol, Camilo lo sabía, hacía mucho tiempo que no alzaba la mano y la voz brindando por ese desamor que ardía peor que la Ceftriaxona en polvo. Prende el reproductor y las malditas coincidencias dejan caer al viento el sonido de una canción. “eres tú, eres tú, mi puta tímida”. Revuelve los años hacia atrás, la entrada a Lima después de tres días y diez llegadas. Eras tú, mi puta tímida la que ahora  en el alcohol y en el cigarro me decían que no regresaría. A tu salud, dejo caer mis penas, a tu salud.

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Sebastián ha perdido ya un poco el equilibrio del sentido sobre sí mismo. “ella escogió un camino momentáneo, ella vino a pesar de pertenecerle a otro, me abrió más caminos en tan poco tiempo y quisiera volver a verla para agradecérselo, quisiera que esté aquí, quisiera decirle por última vez que la amo, que la amaré y que mi forma de amar siempre será de una sola manera. A mi manera, a mi modo, en silencio, sin mostrar todo, siempre con mentiras que no me revelen ante ella, siempre diciéndole te amo poco, esperando que entienda que es todo lo contrario, porque cuando menos le demostré amor más me amó, y cuando más le abrí mis brazos, menos me eligió. Vuelve para que veas como te miento al decir que no te extraño, vuelve para que veas como me río de ti mientras me destruyo por dentro, vuelve porque sigo siendo el viajero dañino que te amará mejor que nadie pero que te alejará para que seas feliz. (suena “confesión” de Bunbury y Calamaro) y a viva voz, voy a dejar caer todas mis medallas de esta guerra que he perdido, a tu nombre.

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Beatriz,
Durante tanto tiempo he sabido
Disimular muy bien mis cometidos,
Durante tanto tiempo me encerré
En personajes libres y misteriosos.
Me fundí entre vuelos perdidos,
Entre duelos de amores imposibles
Y pensamientos celosos.
Tu ausencia es más grande que este verso
Que no encuentra libro ni folio donde caer
Donde mostrarse, donde existir.
Aunque sea lo último que leas,
Aunque sea lo último que observes con esos ojos
Voy a insistir en mis mentiras,
Serás feliz, feliz sin mí.
Porque el tiempo avanza desde ahora hacia atrás
Segundos menos de ausencia.
Otro amor llenará este vaso y en tu nombre
Renacerán los montes, en tributo a tu presencia.
Beatriz, serás feliz, feliz sin mí.


Nicolás cierra el libro, y con el libro, caen y se guardan en un remolino Camilo y Sebastián, dueños de otras hojas, y de historias diferentes, pero ambos abrazados por el mismo dolor. Nicolás se levanta de su silla, se coloca los lentes y empieza a caminar, acaba de pasar una mujer con la mirada redonda y las rodillas descuidadas.  Él la recuerda, él la extraña, él, a pesar de sus mentiras y de los imposibles, todavía la ve en cada calle, en cada falda, en cada mirada. Todavía pesa la ausencia de Beatriz, de aquella Beatriz que él aun ama.