Un pasaje de Surco algo oscuro interrumpido por alguien
balbuceando una canción. Manos a los bolsillos sin cansancio ni preocupación,
ese debía ser yo.
Suena la octava alarma una hora después de la
primera. No mensajes, no llamadas. Es interesante mantener una rutina después
de tantos años madrugando. Mientras recojo la mochila enchufo por enésima vez
los audífonos para por lo menos una hora despegarme de todo ese color gris que combina
con mi ropa. Entre tantas cosas por revisar me llama poderosamente la atención
algo. Era ella. ¿y?; - nada - , no mensajes, no llamadas. Solo ella.
Un par de días antes, después de arrepentirme un
poco de tener que dar excusas para una promesa tan extensa, emprendí un viaje
corto por distancia pero largo por tiempo e incomodidad que casi se va por un
abismo cuando decidí huevearme con un trámite que me significó no poder
disponer de mi tarjeta de crédito.
- Puta madre, P. ¿ahora?
- Nada, ya veremos.
- Acompáñame a la oficina.
- Ya, pero creo que será por gusto.
Unas horas después, tenía ambas piernas
entumecidas, y sobre mi habían más dulces y bolsas con chucherías que ganas de
dormir. Esperaba llegar pronto. No existe mejor amanecer que el que llega
después de una noche de mierda.
-
Oe brother, ¿a ti te gustan las flacas de lentes, no?
- Bueno, sí, pero tu flaca (que usa
lentes) no, por si acaso.
- uhmmm…
Me acordé de la pregunta que alguien me hizo
hace unos cuatro años, una pregunta encontrada en un meme me produjo
gratuitamente una catarsis en retrospectiva. De todos mis paseos a pie, de
todas las veces en tren, de todas las veces cerrando bares solo en mesa me di
con la idea de que, pues, sí. Me llama poderosamente la atención esa inteligencia
que se esconde casi siempre detrás de dos lunas sobre los ojos. Las pocas
mujeres a las que quise y me quisieron tenían (y tienen aún) esa
particularidad.
¿Cuántas veces me he quedado sonrojado por
mirar demasiado a la primera desconocida de anteojos en la calle? ¿Cuántas veces
he tenido que preguntar de más por alguien construyendo escenas que jamás
sucedieron y jamás sucederán?
-
Nuestros hijos serán bellos e
inteligentes decía Leonard.
-
Sin mencionar que también serán
imaginarios, añadía Sheldon.
Así, tal cual, siempre.
Y me vi entonces, atrapado nuevamente. Después
de caminar, después de hablar, después de bailar y tentar nuestra fuerza a
golpe de pisco y hacha. Estuve ahí, nuevamente ofreciendo en silencio algo más
que mí ensayada cortesía, impostando de cuando en cuando algo de importancia a
cosas que no la tenían y escondiendo la barriga, porque a mi edad un hombre con
barriga es ciertamente imperdonable.
- P. creo que sucedió de nuevo.
- No fastidies y duerme…
¿Sabes quién fui? El que trató de tomarte la
mayor cantidad de fotografías posibles para ver en cual quedabas mejor. El que
de pronto encontró en las referencias que soltabas demasiadas coincidencias que
a esas alturas sabía que alguien más compartía. No lo sé, es demasiado bueno
para ser mío y para ser cierto. Había un dulce escondido en todo lo que hacías,
decías y dejabas de hacer.
Y estaba nuevamente ahí, observando
perfectamente esas estrellas en la noche. Ya ni me importaba si las fotos
salían bien, quería sentarme un momento, tener algo de paz después de escaparme
a ese viaje sin decirle nada a nadie. Era yo con mi cámara, era yo con pisco,
era yo con panza, era yo otra vez ahuevado por algo y por alguien.
- Eres demasiado evidente ¿lo sabes?.
- ¿yo?, no… aún no. O ya, bueno, sí.
- Bueno ellas ya se dieron cuenta.
- No jodas…
Seguramente soy bueno para algo, pero jamás
para esto. Empaqué entonces el regreso, acribillé un poco la ilusión y me
guarde la cortesía. Oculté en la oscuridad del camino un poco la paciencia y de
golpe cerré la boca. La cabeza descansó de la adrenalina acumulada y me acordé
de todo lo que había dejado atrás. Escondí en alguna parte de mi raciocinio
esas promesas a distancia y también escondí la bolsa de marshmallows de P. La barriga no, porque ciertamente por ahora
eso es imposible.
¿y ahora qué hacer?
Nada, la rutina es y será así. Descargo las
fotos, donde todo sale bien menos yo. Las separo por nombres y carpetas,
respondo algunas dudas. Los anteojos siempre serán así, y siempre seré así, ofreciendo cosas que no existen por este lado del planeta. Apago la PC, apago el
celular, apago la luz y me apago yo, de pronto, suena la octava alarma, ya es
otro amanecer. Es un día demasiado gris. No mensajes, no llamadas.
Entre tantas cosas por revisar de camino al
aeropuerto algo me llama poderosamente la atención. Era ella. ¿y?
No te enamores de un poeta. Te convertirán en
metáforas y te refundirán tantas veces que no sabrás quién eres nunca más.
Además, mienten muy hermosamente.