miércoles, 11 de agosto de 2010

JUNTO AL MAR



Me preguntaré porque recién me atrevo a publicar esto. Yo también estaré esperándote, junto al mar.



Junto al Mar



Aun no terminaba de morir el día, el sol ya había aquejado su último suspiro y lo único que se podía contemplar, era ese azul oscuro del mar, y el sonido de las olas, relampagueando como si supieran de algún mal presagio; mientras en medio de la soledad, por debajo de las aves volar y de la arena húmeda, aún permanecía inconsciente un asustado Sebastián.
- ¿Hace cuanto tiempo que estamos acá?
- Hace media hora, ¿o es que ya no lo recuerdas?, bueno, eso ya no es novedad tuya.
- Pero, que hago acá, porque estamos tan cerca del mar, ¿No se supone que discutíamos en casa?
- Deja ya de hacerte el tonto, que esa manía tuya de olvidar las cosas ya me es familiar, no en vano he tenido que soportar y conocerte durante nueve meses.

En ese instante, alguna extraña niebla acompaño a la pareja, parecía algo sombrío, fuera de lo común tal vez, y Sebastián empezaba a preocuparse.

- ¿Logras ver el mar? -Pronunció Selene- alguna vez tú y yo pertenecíamos a él, yo aún recuerdo aquella historia, una de tantas que me contaste, y que pensé era realidad, recuerdo también como aquella noche bajo la luna, dijiste ver reflejar mi rostro en ella, y fuimos por un instante únicos.

- A que viene todo esto, déjate de rodeos, yo no mentí al momento de pensar y sentir eso, ahora ¿qué caso tiene record....; - en ese instante los dedos de Selene se acercaron a Sebastián, y con un gesto de silencio, lo cogió de las manos.

Merodeaban alrededor de las diez de la noche en aquel lugar, rodeado de arena y de mar, después de un largo espacio sin decir nada, los ojos de Selene se inundaron en un brillo anormal, en ellos se podían ver reflejados sentimientos encontrados, entristecidos y callados; Sebastián se limitaba solo a observarla y tratar de descifrar lo que Selene quería decir con la mirada, y cuando estuvo a punto de abrazarla, vio como una lágrima se deslizó por la mejilla de Selene, su transcurso fue tan lento para ambos, y el sonar de su descenso pudo ser mas sonoro que el mismo mar.

No hubo tiempo de palabras, Selene al instante pudo descifrar lo que Sebastián estaba pensando, el arrepentimiento tardío de algo que no pudo suceder; Selene lo cogió nuevamente de las manos, y lo llevó hacia el mar...

Ya dentro, ambos inconscientes de sus actos, no pudieron dar marcha atrás, Selene corría como si en medio hubiese la llave para su eterna felicidad, y él, algo cegado, solo atinó a obedecer el instinto que algún día, lo hizo ir con ella; y en medio de la niebla, del mar y de la noche, se atrevió muy tímidamente a preguntar:
- ¿A dónde me llevas?
- ¡Al fin del mundo! – respondió Selene, y en ese instante, la mente del muchacho, pudo retroceder, y recordar aquella respuesta, que él solía contestar a cada instante a Selene.

El miedo ya no existía en ese instante, los pies misteriosamente no se hundían en el fondo del mar, Sebastián y Selene habían comprendido que el temor a la muerte se había esfumado para ambos, y que después de algún tiempo, podían estar seguros que ambos compartían un mismo destino, al llegar al medio de todo, donde la tranquilidad se alejaba de los ojos de Sebastián, Selene se detuvo, pero contuvo entre su mirada aquel dolor que había ocultado mientras se encontraban los dos, volteó raudamente e hizo detener el paso que ambos habían tomado, no quiso verlo de frente, era en vano, esto escapaba de lo ilógico a lo sub real, a lo inimaginado, lo soltó por un instante, y al otro lo abrazó fuertemente, como si con sus brazos quisiera decir que no se quería marchar, una vez más las lágrimas salieron de sus ojos, pero está vez era de forma natural, tan distinta a las demás, se acercó lentamente a los labios de Sebastián, y lo besó, tan frágilmente, tan apasionadamente, como si fuese a ser la última vez.


- ¿Porque lo haces si estamos a tan cerca de una realidad? Aún se puede mejorar...
- Cállate... ya no digas más, (Selene empezó a separarse lentamente, dando pasos hacia atrás), ¿Olvidaste acaso el final de aquella historia que contaste? Solo te reíste y no hiciste caso a la verdad, yo aún la puedo recordar, la Luna tiene que estar en el cielo, pero yo, antes quise pasar por el mar....

Y repentinamente, una ola arremetió contra Sebastián, y lo alejó del lugar donde se encontraba, perdiendo de vista a Selene, desde ese instante, aquello imaginable y fantasioso, que lograba lo irreal, se empezó a desvanecer junto con la niebla, y los pies se empezaron a hundir, el estruendo resonar del mar, hizo perturbante la desesperación de Sebastián, quien solo repetía el nombre de Selene, esperando una respuesta.

Haciendo mil esfuerzos se pudo librar de una extraña furia del mar, que parecía haberse ensañado en ese momento contra él, entonces, la inconciencia se adueñó nuevamente de su cuerpo, sintió desvanecerse junto a la arena, y no pudo decir más, lo único que pudo susurrar casi inconsciente fue “Selene, donde estás”....

Era ya de madrugada, algún gallo se atrevía a cantar por la gran ciudad, en un cuadro algo tranquilo, en medio de una sensación de soledad, se encontraba Sebastián recostado en el sofá, al costado de un velador que inefablemente, alumbraba el retrato de Selene, al costado, el teléfono registraba una luz, anuncio de un mensaje nuevo, Sebastián solo atinó a pensar que todo fue un sueño, se acercó a la nevera y extrajo una cerveza, presionó el botón del mensaje de teléfono, al alejarse hacia su cuarto, quedó inmovilizado al oír la voz de Selene, sollozando por medio del comunicador; quien empezó su nota de esta manera: “Sebastián, cuando escuches el mensaje tal vez te acordarás que estuvimos juntos antes de que todo pasara, lamento la discusión, pero era algo inevitable para los dos, tu te aferrabas a lo tuyo, y yo a un absurdo rencor, espero no haberte hecho daño al momento de tener que forcejear, solo vi que caíste, y aunque traté, no pude regresar, mientras me dirigía a mi casa, un buen lugar donde poder llorar, recordé en el camino aquella historia, que algún día supiste contarme, donde fuimos únicos ante el mundo y los demás, no pude evitar pensar en el pasado, y aunque quise regresar, es momento de que tú lo hagas, intentaré esperarte un instante, y si no te veo llegar, avanzaré hacia donde alguna vez intentaste crear nuestro destino... no tardes, te estaré esperando... junto al mar...”

Se hacia ya de mañana, Sebastián salió rumbo a lo indicado, encontrando tan sólo un paraje vacío, divisando a lo lejos un pequeño muelle, se acercó lentamente hacia el lugar, en vano fue ubicarla entre lo que sus ojos podían ver, cuando fue entonces que algún viento inusual lo rozó, e inmediatamente sintió la presencia de la chica, a quien creía observar en medio de aquel viento, fue entonces cuando una oscura niebla se apoderó del cielo, Sebastián no dudó un segundo en reconocerla, era la mismo de aquella visión, desconcertado pero con esperanzas de una respuesta se acercó hacia la misma.

Eran ya las seis de la mañana en la gran ciudad, y la tranquilidad que merodeaba el mar fue interrumpida de manera tan atrayente, las aves se detuvieron al contacto sonoro en medio de la soledad, las aguas quietas se limitaban a oír aquel raro sonido; y la gente, el mundo, la luna, el mar, por un instante recibieron un grito fugaz, que transmitía ansiedad, al percatarse, un vagabundo encontró a un lado del muelle una pequeña escritura grabada en una piedra, y en ella pudo leer: “Este es el inicio del final de nuestra historia, la cual continuará donde tú estás, allá en el fin del mundo, espérame que voy por ti... Selene”.

El vagabundo recordó el grito, pues también oyó claramente su pronunciación, pensó tal vez fue algún alcohólico que ahogó sus penas en el licor, ó una absurda historia de amor, arrojó la piedra grabada al mar, y hecho a caminar.



Lima - Febrero del 2007.
"En algún lugar de esta promesa,
necesariamente no estarás,
no porque no quisiste cumplirla,
sino porque no supe dejarme encontrar".
A Luna J.

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