jueves, 30 de septiembre de 2010

Piedras

Hoy, no existen dos lugares más distantes que mis brazos que no abrazan a tu espalda, ni polos tan opuestos como mis cabellos que no cruzan a tu almohada.


Piedras
Piedras van, piedras vienen,
me acosan y me esquivan,
me viven y me matan,
soy señal de su dureza fría,
soy su inicio, su meta y su llegada.

Piedras van, piedras vienen,
dejando secuelas, sudor e ironías,
dejando huella... inicio de manías,
sanando heridas, o solo mentiras descifradas.

Piedras van, piedras vienen,
piedras sin salidas ni entradas,
solo golpes sin sentido ni causal,
¿masoquismo?... solo costumbre... nada más...

Piedras van, y ya no vienen,
se olvidaron de su fuerza y su voluntad,
se acordaron de su egoísmo y su vanidad,
y en polvo hoy se mueren
piedras van, piedras vienen...




"Ninguna batalla es tan grande como las que se pelean por dentro... y ninguna victoria es mejor que las que se ganan sin miedo. Espérame otro segundo más, que sigo asesinando recuerdos."

viernes, 24 de septiembre de 2010

EL ESCRITOR HA MUERTO

Una canción,
Un recuerdo,
Una imaginación,
Una carta.

El escritor no sabe expresarse,
El escritor olvida las cosas,
Él imagina y eso trae problemas o verdades,
Él escribe, pero nadie lo lee.

El escritor intuye que no lo hizo bien,
Que le faltaron estados en coma,
que le faltaron verbos de amor
y que al final de todo
no supo poner un punto final.

Sabe también que aunque diga que olvida,
La recuerda, y eso es quizás su peor bala perdida,
Porque las calles, los autos
Su casa, su moto, su entorno,
Y hasta aquellas luces apagadas que miró por horas
La hacen recordarla, y le es inevitable.

En el fondo odia imaginar,
Odia ser escritor, odia intuir,
Odia saber la verdad a medias antes de ser completas,
Odia perdonar, porque sabe que es el único camino
que casi siempre le queda.

Pero sabe que eso lo ayuda al final,
Aunque le cueste la vida, o la muerte
No es la primera vez que quiere morir
Que busca como en una canción,
su “revolver sexual para una ruleta rusa”
y su escape de la realidad.
El escritor quiere morir, pero busca el suicidio,
No le complace la idea de que lo maten
O de que algo lo mate.
Sabe que el es dueño de su vida
sabe que también debe ser dueño de su muerte,
Y el quiere morir, para luego reencarnar.

A pesar de ser escritor,
casi nunca hizo cartas,
pensaba ganarse la vida y las chicas
escribiendo poemas ridículos,
escribiendo mentiras a medias,
versos largos y absurdos,
El escritor nunca pensó que la única vez
que decidió escribir una carta
sería la primera y única vez que haría llorar a alguien,
El escritor fue feliz.

El escritor escribía y alguien leía,
El escritor hablaba y alguien lo escuchaba,
Había encontrado en poco tiempo
El complemento perfecto, la musa ideal,
Un poema en clave que le tocaba descifrar,
El reto tormentoso del cual debía ganar,
Sin embargó, desertó.

Ahora ya no quiere escribir,
Ya no quiere cantar, ni escuchar canciones de amor,
La recuerda y aunque no quiera,
El escritor la quiere olvidar, y aunque pueda
Sabe que no lo logrará, y aunque lo logre,
Sabe que la imaginará, siendo ella o no,
Y aunque la imagine su carta ahora es inmortal
Y será su nuevo círculo vital,
Escribir, escuchar,
Recordarla, intentar olvidar…

Por eso es hora de dejar de ser escritor,
Porque sabe que no es necesario serlo,
Porque sabe que su musa no busca un escritor,
Porque alguien que no lo es, se la quitó
Sin versos, sin cartas, sin canciones.

Por eso es hora de dejar de ser escritor,
Por eso es tiempo de no esperar su señal,
Por eso es hora de dejarlo morir en su rincón,
Para luego reencarnar.

lunes, 13 de septiembre de 2010

LA CHICA DE LA SONRISA.




Era invierno, era fácil distinguirlo. Pero este día no era normal, uno porque lo esperaba ya hace mucho y dos porque inimaginablemente alumbraba el sol por la mañana.

Yo fui a esperarla.
Yo no se si era lo correcto, no desperté de madrugada como lo había planeado. No hice la llamada como lo había planeado, solo atiné a recoger mi chalina y salí.

Aun no morían las 9am y yo ya sentía que haría el ridículo al saludarla, había ensayado por tantos días y muchas noches lo que tendría que decir cuando ella esté frente a mí. Sin embargo por naturaleza, no dije nada.

Y estaba ella ahí, vestida de negro, cabello suelto como lino en el viento, sus ojos, dos luceros de los cuales ciego o con anteojos, me miraban igual y los miraba igual, tales como dos pequeños circuitos que al activarse en dirección a los míos estallaban y me dirigían a otro estado mental; esos eran sus ojos y me miraban, yo los miraba y al mirarlos tanto hicieron que perdiera la memoria y me hipnotice y me acumule de incoherencias y solo atine a abrazarla y buscar su sonrisa e intentar decir algo con sentido. FELIZ CUMPLEAÑOS, dije, no fue romántico, no fue encantador, es más, creo que era lo mínimo que podía esperar de mí, siendo egoísta no me importaba, solo quería verla sonreír y que piense que yo hacía lo correcto.

Ahora ella estaba arriba y yo en mi rincón.

Eran exactamente 4 meses, 14 días y unas cuantas horas desde la primera vez que decidí ir a buscarla por primera vez. - ¿Hola? - Dije. Recuerdo que aquella primera vez logre hacerla sonreír, se sentía bien aunque algún tiempo después con más errores desde mis labios, provoqué lo contrario. Pero eran 4 meses, unos 120 días o algo más en los que por mi frenética imaginación dibujaba a oscuras sus ojos, su sonrisa, algo así como su cabello, con ella mi mal humor se invertía automáticamente y dibujarme una sonrisa era más fácil que no dejar de pensarla.

- “Tú me gustas”- le dije, en ese instante, aunque ambos estábamos algo lejos de la realidad, se lo dije, a partir de ahí las noches en silencio y a oscuras, bajó la almohada se hacían constantes. Sin saberlo ella descifró una locura que tenía escondida, algo que mucho tiempo antes había experimentado y por temor no desechaba de mi.

Tú me gustas.

Después de eso, vinieron las salidas, los escapes, las citas, las noches, las sonrisas, los enredos, los poemas, las peleas, los regalos, chocolates por la ventana. A veces mis sentimientos implosionaban contra mi. Fueron tantas las veces que decidí olvidarte, sacarte, arrancarte de raíz, provocarme amnesia y borrarte tan siquiera un poco de la mente. No pude, no porque no era capaz, sino porque no quería, porque lo intentaba y eras mas fuerte que mi voluntad. En esa pequeña batalla venías desde lejos con tu sonrisa como escudo y yo atacaba con mis terquedades en forma de palabras. Me supiste derrotar.

“Kuyayky” te dije, “Sueño hecho realidad” te dije, “luna, sol, estrella, viento que viene a lo lejos, silencio que me escucha; palabra inefable, inexacta e incoherente que me daba calor, número impar perfecto, pétalo de orquídea negra, ninfa, musa, inspiración, luz, calma, camino correcto de mis pasos torcidos, paracaídas, per-fec-ta”, todo eso dije y nunca fue suficiente. Yo ya había aceptado sentencia y tú aun no llegabas a juicio.

Daban las 7:00 pm, no sabía si ir o escaparme, si huir y no incomodarte con mi presencia a veces acosadora. Me fui y en el camino pensé, prendí un cigarro y el humo me sabía a ti. Di la vuelta, con mi “As” bajo el brazo, con mi cuartada perfecta, con eso que no era de mí pero si para ti, y te busqué, te vi, me viste y entré. Por un instante aquella voz ajena se transformó en un maniquí y aunque solo trataba de hacerte sentir bien esas palabras dormidas con una guitarra decían todo, o casi todo lo que yo en silencio y en poco espacio, nunca me atreví a decir. “- En palabras esperpénticamente bondadosas el amor se volvía unilateral”, “llegas y todo lo iluminas”, “si te vas, vete conmigo, prometo no llorar”.

Sonreías, lo hacías, vi la felicidad entre tus ojos, la pude notar, incluso la sentí. No me importaba pasar inadvertido, no me importaba ser uno más sobre el sofá, no me causaba ningún dolor tener que imaginarte cantando esas canciones y no pensar en mí. Eras feliz y tu felicidad era mi felicidad, y tu sonrisa ahora era mi sonrisa y tu canto ahora también era mi canto y mis ganas de envolverte el corazón en un trozo de papel me invadían desde el primer sorbo de aquella copa que serviste. Tu felicidad se volvía mi felicidad y era suficiente.

Lo seguido ya era de segundo plano, la compañía, el viaje hacía otro lugar, la discoteca, el baile, tus ganas de hacer que el día no muera nunca contagiaban mis sentidos. Bailamos recuerdo, tus sentidos no estaban equilibrados pero tu sonrisa seguía ahí, es quizás un don que jamás perderás y algo que jamás me atreveré a borrar de tu rostro.

Sonaba la música, las luces hacían que te pierda de vista, y me pegaba cada vez más a ti, te miré a los ojos y al hacerlo sentí un silencio imperturbable, quería hacerlo, quería arriesgarme, pero no me sentía tan valiente aún.

Y ahí estaba yo, en medio del mundo como un niño cuando da su primer beso, como un picaflor en medio del rosal más hermoso del universo, y tú parada frente a mí cerrando los ojos correspondiendo el error más grande y más placentero que jamás haya experimentado. Eras tú ¿y lo podía creer? Quizás no, una lágrima bajó desde mis ojos y se perdió en el suelo, lo pude escuchar, quizás tu no. a partir de ahí siento un intercambio de dimensiones, un antes y un después, desde el primer segundo se tejió algo entre los dos que no nos dejaba escapar.
– Me odio y te odio – decías. No me interesaba, en cada beso podía notar tu felicidad, cierta pasión escondida que se traducía y se demostraba en cada mordida, en cada suspiro, en cada abrazo, eras feliz, y tu felicidad era mi felicidad, y lo sentía suficiente.

La noche había acabado y mi embriaguez mental se traducía y limitaba tan solo al licor de tus labios. Estaba semi-inconsciente, la noche me decía y me pedía que debíamos irnos, pero yo quería buscar al señor de las horas y pedirle me alargue el tiempo, no me importaba quedarme sin meses, sin días, sin años, que me quite los que quiera que esta noche sentí sobre mis ojos la vida eterna traducida con tus ojos, tu sonrisa y tus labios.

Caminábamos inconcientes de la noche, de las horas, del tiempo, del lugar, yo aún sentía esa dimensión que no nos dejaba escapar, no sabía si todo era parte de un sueño, de una alucinación, de tu tímido sentimiento, mi día de suerte o un regalo de Dios, te miré y me miraste, nos detuvimos y el mundo se detuvo. Como diría Cohelo “Yo deseaba algo con tanta fuerza y tanta pasión que sentía que el universo conspiraba para obtenerlo” y lo obtuve.

Mi cuerpo desapareció, el alma se me esfumó del cuerpo, mis ojos se cerraron inconscientes, estuve poseído por el hechizo de tus labios, de tus ojos, de tu sonrisa, de tus cabellos de lino, mis labios trataban de darte las gracias por tus manos, por tu cintura, por los aires, por los las noches, por las sonrisas, por el café, por las notas, por los lapiceros que perdí, por la compañía, por ser mi pasajera de atrás, por los días de viento en la cara, por los Días de N, por ser tú cuando yo más lo necesitaba. Me detuve por error y te expresé mi deseo de no querer parar nunca, de tenerte abrazada a mí por más tiempo, tal vez hasta jamás de los jamases o siempre de los siempres.

Pero el destino es esquivo, egoísta, si existe un Dios debe ser humano y nos celó. Fue un golpe duro del destino el que nos hizo salir y romper aquella dimensión que habíamos creado, quizás tuvo que suceder algo así para darme cuenta que todo ello era realidad, y no un sueño de fantasía como hasta ese entonces, solo me podía explicar.

Pero no importaba, había perdido parte de mi bolsillo pero había ganado algo más que el corazón, y ahora que estoy más cuerdo que nunca el enfado se fue de mis venas y me consuela recordarnos. Imaginar que fuimos capaces de formar una dimensión solo para los dos, un mundo donde tu sonrisa se dibujaba con pinceles divinos y tus ojos buscaban a los míos, pude ser testigo de tu felicidad desbordante, de tus ganas de nunca terminar, de tu felicidad que también fue la mía. Pues al final del día es lo único que se puede rescatar.

Chica de la sonrisa, por una noche me entregaste el mundo con tus labios, y yo te lo supe regresar, y en medio de toda esa confusión, del éxtasis del umbral, me pregunte si hice bien, y creo que si fue así, porque tú eras feliz, porque sentías que el día fue hecho para ti, porque hubo una mano que lo quiso escribir así y fuiste una mujer feliz, y tu felicidad se transformó en mi felicidad, y tu sonrisa se volvió a mi sonrisa y tus ojos miraron a mis ojos y tus labios sedujeron a los míos… y yo, lo sentí suficiente.