Ante las adversidades de la vida, si te derriban un brazo, impúlsate con los pies y avanza, avanza.
El frío mata. Nos quiere derrotar.
La ciudad es grande, el temblor de tus hombros y tu cuello helado también lo son.
Yo te miro desde la ventanilla y me congela tu semblante, estás fría, eso mata, eso me mata. Rápidamente me dirijo a nuestra siguiente estación. Siempre esperando, siempre con alguien de blanco/celeste por atendernos. El tiempo corre, la gente corre y el dolor también.
Habíamos olvidado por un instante lo trascendental de los días. El correr de las horas y el pasar de las tardes. Se nos había olvidado por completo la víspera de un nuevo paso. Nada importaba pues, entre tantas cosas, entre tanta gente y tanto vestido blanco/celeste el dolor avanzaba.
El frío me invade, el dolor me sorprende la impotencia me recae pero no me importa, ya di suficientes pasos ahora me faltan los tuyos y los voy a dar. Empujando casi siempre, agotadas son las horas que se van pero estos pasos, estas manos y estos ojos no se paran ni se cierran, hay un dolor que terminar y no me daré por vencido. Esta vida me está dando de flechazos y aun tengo la coraza dura para saberla enfrentar.
El frío mata, y es más de lo mismo. Ya no se qué hacer, no sabemos que más hacer solo vemos impotencia y frustración. Las limitaciones nos condenan pero puedo hacerte aún sonreír. Podemos sonreír a pesar de las lágrimas que ya dejamos derramar. La vida como la conocemos empieza a jugarnos mal. Esperamos demasiado y encontramos las mismas soluciones ya fallidas. El cansancio me doblega pero el frío me impulsa a no dejarme derrotar.
NO NOS VAN A DERROTAR.
No puedo irme, no puedo dejarte así. Por momentos me alejo con alguna excusa pues es demasiado e insoportable. No quiero que veas nuevamente mi fragilidad. Pero aún tengo armas. Si los que son “especialistas” no lo consiguieron yo debo conseguirlo a mi manera. Me echo al ruedo nuevamente buscando soluciones y consigo una. Ya no estás fría, ahora tienes algo más efectivo. Pero se necesita de más. Sigo haciéndote sonreír porque al final es lo único que nos ayuda. Cae la noche. Cae el alivio a nuestros pies. Te veo mejor que hace unas horas. Aún faltan otras más y las esperamos pacientes.
Estamos ganando.
Llegó la hora. La calma viene acompañada de otro dolor y yo me refugió un segundo dentro del servicio de tu sala. Aunque traté de ser fuerte pude oír tu grito desorientado. Maldita sea DIOS SI EXISTES ARRÁNCAME LAS RODILLAS Y DÁSELAS A ELLA. Acomodo todo para estar siempre a tu lado. El frío comienza a camuflarse por las entradas de la sala. Yo siento frío pero no es la primera vez, yo puedo soportarlo y sin que te des cuenta me he quedado solo con pijama y te he cubierto de pies y manos. Intento mantener la temperatura mientras duermes a como dé lugar. Finalmente caí en sueño con la esperanza de despertar mejor.
Ya de mañana hay buenas noticias. El dolor está en su estado más mínimo y “normal”. No sé si se pueda considerar algún tipo de dolor consciente y soportable para ti, pero estás mejor. Lo logramos. Empiezo a hacerte sonreír y esta vez eres tú quien me da el aviso. FELIZ DÍA MI AMOR. De las cuatro veces que logré celebrar esto siento y soy capaz de afirmar que ninguna me hizo sentir la alegría, conformidad y optimismo que esta vez. Conseguimos muchas cosas en un solo día. Avanzar un paso, vencer a la vida, hacerte sonreír y no dejarnos derrotar. Tu semblante es mejor, aun hay frío pero sabemos cómo evitarlo. Salgo apresurado y es inevitable pensar en la odisea anterior. Yo estoy sentado y pienso lo he logrado, tú quizás sigas en tu sofá tranquila, esperando mantener las energías a tu lado. Estoy lejos, estoy feliz.
LO LOGRAMOS, NO NOS DERROTARON.
Aún así solo es una batalla, nos falta la guerra. Yo ya conseguí mis caballos y te estamos resguardando. La ganaremos, lo prometo.
Lima, 28 de Marzo, 2011.
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