No todas las mañanas uno se
levanta con los mejores ánimos de ir a un psicólogo. Ignoro su trabajo a pesar
de que siempre quise ser uno de ellos.
No todas las mañanas uno
encuentra dos líneas de mensaje cuando esperaba al menos tres, cuatro o diez.
No todas las mañanas uno llama
a un número al que no marcaba hace mucho tiempo solo para saber si aún está activo,
esperando pienso, a que me atreva a marcarlo y preguntar si está bien.
No todas las mañanas uno deja
que la migraña se apodere solo para no depender de las pastillas, dicen que
pasando los 40° uno empieza con las alucinaciones y pensé ¿será diferente a lo
que ya tengo en la vida real?
Tengo un grave problema
emocional y mental que se agravó gracias a la cortesía de un amor enfermizo y
poco considerado y a la buena voluntad que le puse a mi propia ansiedad. Mi
inseguridad ha sido cosa del pasado, ha sido cosa del presente y probablemente
siga siendo cosa del futuro pero no por mucho tiempo, al menos creo, que si
reviso la vida hacía atrás las ganas de cambiar me retuercen tanto. Tanto que
opté por buscar a un psicólogo de verdad y no a los acostumbrados psicólogos de
esquina, de barrio, del teléfono, del Facebook.
No todas las mañanas uno
espera despertarse y creer que con una cita el mundo como se conoce cambiará.
El mundo como lo conozco ha estado anclado siempre a la mentira y a la
inseguridad, el mundo que quiero conocer está corriendo más rápido que yo en
este instante, voltea y me saca la lengua desafiándome a llegar a él antes de
los veintisiete.
Eres un maldito mundo hijo de
puta, lleno de verdades y de gente normal. No eres el indicado pero si el
necesario, si das un paso más, o te alcanzo o renuncio a ti, a este, y a todos
los demás.
PARANOIA II
Caminaba mientras yo tomaba un
café,
Traía de su mano el viento
equivocado sin saberlo
Ignoré lo que traía,
En su rostro, en la curva de
sus labios
En cada sílaba de sus pasos me
fijé.
De la puerta de mi casa a la
puerta de mi cuarto
Existían veinte pasos. Los
conté.
Veinte pasos separaban la luz
de la oscuridad
Veinte pasos que marcaban el adiós
de una vida
Y el inicio de otra.
Oscuridad necesaria para
asesinar demonios
Demonios que pedían ser visto
de frente.
Oscuridad necesaria para
recurrir a futuros que no existen
O que existían solo en la
mente de alguien
Que contaba los pasos de la
puerta a su cuarto
De alguien que miraba la misma
imagen tantas horas
Necesarias dentro de una
oscuridad estable.
Alguna noche dijo que pensaba
en mí,
Y el mundo se detuvo.
Al menos para mí.
Eran los boletos de entrada al
paraíso
Y caducaban cada vez
Que hacía tiempo buscando un
taxi.
Alguna noche dijo que me
quería,
Y lo hacía sonriendo
Achinando los ojos que me
miraban
Arqueando los labios y
moviendo las pupilas.
Eran situaciones y recuerdos
incaducables.
Alguna noche respiró junto a
mi
Mientras la besaba frente al
mar,
Frente a la gente,
Frente a Dios.
La oscuridad era estable,
Veinte pasos hacia atrás estuve
esperándola
Veinte pasos hacia adelante
estaba ella,
Esperándome.
Era el mundo que quería,
Era mi barba rosando tu
mejilla
Eran tus dedos encajando con
los míos
Eran tus brazos rodeando mi
cuello.
Eran los míos rodeando tu
cadera.
La oscuridad traía luz,
y eras tú la chispa en medio
de la hoguera.
Lo eras.
La oscuridad se volvió
inestable,
Los demonios no habían muerto
y asaltaron
A mi vida por el cuello y a su
vida por la espalda.
Algunas noches sentía que ya
no pensaba en mí
¿Pero si pienso todo el tiempo
en ella?
Los boletos caducaban cada vez
más pronto.
Empezó a odiar los taxis, el
sol, los días.
Alguna noche dijo que me
quería
Ya no existían curvas en sus
ojos,
Ya no arqueaba ni movía las
pupilas.
Seguían siendo situaciones y
recuerdos inexpirables.
La oscuridad se volvía
inestable.
Alguna noche respiraba lejos
de mí,
No volvimos a ver el mar en
silencio,
Dios se marchó.
Veinte pasos hacía cualquier
lado,
Sólo dudas, y ya no tu voz.
Era el mundo que conocía,
Era mi barba extrañando tu
mejilla
Eran mis dedos desencajando de
los tuyos
Eran tus brazos ignorando a
los míos
Eran los míos buscando tu
cadera.
La oscuridad volvía a ser
oscuridad,
Gas inflamable en medio de la
hoguera.
Los amores siempre fueron así,
Nunca importaron los nombres,
Ni los detalles, ni los poemas
Ni los cuentos en los bares
Ni las promesas de alquiler.
El círculo empezaba así,
y terminaba así,
Encontrando la vida eterna en
tus venas
Y perdiendo los boletos del
paraíso
cada que alguien dice adiós.
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