miércoles, 4 de marzo de 2015

Las cosas que a nadie le importa.



“Señor, usted está acostumbrado a mirar la preocupación de otros, más no se preocupa por sí mismo”

No todas las mañanas uno se levanta con los mejores ánimos de ir a un psicólogo. Ignoro su trabajo a pesar de que siempre quise ser uno de ellos.

No todas las mañanas uno encuentra dos líneas de mensaje cuando esperaba al menos tres, cuatro o diez.

No todas las mañanas uno llama a un número al que no marcaba hace mucho tiempo solo para saber si aún está activo, esperando pienso, a que me atreva a marcarlo y preguntar si está bien.

No todas las mañanas uno deja que la migraña se apodere solo para no depender de las pastillas, dicen que pasando los 40° uno empieza con las alucinaciones y pensé ¿será diferente a lo que ya tengo en la vida real?

Tengo un grave problema emocional y mental que se agravó gracias a la cortesía de un amor enfermizo y poco considerado y a la buena voluntad que le puse a mi propia ansiedad. Mi inseguridad ha sido cosa del pasado, ha sido cosa del presente y probablemente siga siendo cosa del futuro pero no por mucho tiempo, al menos creo, que si reviso la vida hacía atrás las ganas de cambiar me retuercen tanto. Tanto que opté por buscar a un psicólogo de verdad y no a los acostumbrados psicólogos de esquina, de barrio, del teléfono, del Facebook.

No todas las mañanas uno espera despertarse y creer que con una cita el mundo como se conoce cambiará. El mundo como lo conozco ha estado anclado siempre a la mentira y a la inseguridad, el mundo que quiero conocer está corriendo más rápido que yo en este instante, voltea y me saca la lengua desafiándome a llegar a él antes de los veintisiete.

Eres un maldito mundo hijo de puta, lleno de verdades y de gente normal. No eres el indicado pero si el necesario, si das un paso más, o te alcanzo o renuncio a ti, a este, y a todos los demás.


PARANOIA II
Caminaba mientras yo tomaba un café,
Traía de su mano el viento equivocado sin saberlo
Ignoré lo que traía,
En su rostro, en la curva de sus labios
En cada sílaba de sus pasos me fijé.

De la puerta de mi casa a la puerta de mi cuarto
Existían veinte pasos. Los conté.
Veinte pasos separaban la luz de la oscuridad
Veinte pasos que marcaban el adiós de una vida
Y el inicio de otra.

Oscuridad necesaria para asesinar demonios
Demonios que pedían ser visto de frente.
Oscuridad necesaria para recurrir a futuros que no existen
O que existían solo en la mente de alguien
Que contaba los pasos de la puerta a su cuarto
De alguien que miraba la misma imagen tantas horas
Necesarias dentro de una oscuridad estable.

Alguna noche dijo que pensaba en mí,
Y el mundo se detuvo.
Al menos para mí.
Eran los boletos de entrada al paraíso
Y caducaban cada vez
Que hacía tiempo buscando un taxi.

Alguna noche dijo que me quería,
Y lo hacía sonriendo
Achinando los ojos que me miraban
Arqueando los labios y moviendo las pupilas.
Eran situaciones y recuerdos incaducables.

Alguna noche respiró junto a mi
Mientras la besaba frente al mar,
Frente a la gente,
Frente a Dios.
La oscuridad era estable,
Veinte pasos hacia atrás estuve esperándola
Veinte pasos hacia adelante estaba ella,
Esperándome.

Era el mundo que quería,
Era mi barba rosando tu mejilla
Eran tus dedos encajando con los míos
Eran tus brazos rodeando mi cuello.
Eran los míos rodeando tu cadera.
La oscuridad traía luz,
y eras tú la chispa en medio de la hoguera.

Lo eras.

La oscuridad se volvió inestable,
Los demonios no habían muerto y asaltaron
A mi vida por el cuello y a su vida por la espalda.
Algunas noches sentía que ya no pensaba en mí
¿Pero si pienso todo el tiempo en ella?
Los boletos caducaban cada vez más pronto.
Empezó a odiar los taxis, el sol, los días.

Alguna noche dijo que me quería
Ya no existían curvas en sus ojos,
Ya no arqueaba ni movía las pupilas.
Seguían siendo situaciones y recuerdos inexpirables.
La oscuridad se volvía inestable.

Alguna noche respiraba lejos de mí,
No volvimos a ver el mar en silencio,
Dios se marchó.
Veinte pasos hacía cualquier lado,
Sólo dudas, y ya no tu voz.

Era el mundo que conocía,
Era mi barba extrañando tu mejilla
Eran mis dedos desencajando de los tuyos
Eran tus brazos ignorando a los míos
Eran los míos buscando tu cadera.
La oscuridad volvía a ser oscuridad,
Gas inflamable en medio de la hoguera.

Los amores siempre fueron así,
Nunca importaron los nombres,
Ni los detalles, ni los poemas
Ni los cuentos en los bares
Ni las promesas de alquiler.
El círculo empezaba así,
y terminaba así,
Encontrando la vida eterna en tus venas
Y perdiendo los boletos del paraíso
cada que alguien dice adiós.


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