Todavía recuerdo la primera vez en que la vi. Nos dirigimos rápidamente
al bar de la plaza San Martín.
Ella se divierte concentrando
su mirada para no revelar más el silencio que no puede escupir.
Él se envuelve lentamente
entre el espacio que recorre su cintura ancha.
Ella advierte con sus ojos – te quiero besar como si esta fuera una
última vez –
Él, sorprendido por verla
sonreír, disimula para no hacerse notar. Sabe que pronto esa cintura a la cual
recorre pronto se marchará. Se marchará porque se lo pedirá. Aún así, él la ha
besado.
Ella tiene novio, y lo besa
porque corresponde por decencia hacerlo. Llueve, la calle de su casa camino a
la avenida es tranquila, nadie la interrumpirá, ni siquiera el pensamiento que
la invade.
Él, la besa. La besa porque a
pesar de todo le gustan esos besos con sabor a fresa y cigarrillo. La besa
porque al cerrar los ojos no puede ver su alma ni sentir el abrazo frío que en
realidad lo abraza.
Ella ríe,
Él se aparta.
Ella suelta de la mano un poco
más despacio.
Él le dice que la vida que
tenían era algo más pequeño que una farsa.
Ella ríe, y a la vez llora,
pide perdón aun sabiendo que no es su culpa,
Él se marcha.
Ella cruza la avenida, toma un
taxi.
Él se sienta en aquella banca
donde por primera vez miraron las estrellas sin el más mínimo respeto por las
horas ni la distancia.
Ella llega, su pasado se termina
con las monedas que el taxista deja caer sobre su palma.
Él la mira, sonriendo, como
cuando sonreía al amarla.
Ella tenía novio.
Él tenía novia, pero no
importa.
La vida tanto como el alcohol,
de vez en cuando se equivocan.
El amor nunca se muere, solo cambia de lugar.
1 comentario:
muy interesante ... reconozco esta frase " Ella cruza la avenida, toma un taxi.
Él se sienta en aquella banca donde por primera vez miraron las estrellas sin el más mínimo respeto por las horas ni la distancia."....
saludos centinela
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