- No. + ¿Disculpa? - He dicho que no... muy muy cerca pero no. Te dejaste llevar, el juego estaba muy elaborado, lo estabas disfrutando demasiado. + No hay tal cosa como demasiado. - Disfrutar de la emoción de la persecución está bien, desear la distracción del juego, lo apruebo... pero ¿Sentirlo?. El sentimiento es un defecto químico que se encuentra en el bando perdedor. + ¿Sentimiento? ¿De que estás hablando? - De ti. + Oh dios mío, mira a este pobre hombre, ¿No creerás realmente que estaba interesada en ti? ¿Porque? ¿Porque eres el gran Sherlock Holmes, el inteligente detective de sombrero gracioso? - No... Porque te tomé el pulso... Elevado, tus pupilas dilatadas. Imagino que John Watson piensa que el amor es un misterio para mí, pero la química es increíblemente simple y muy destructiva. Cuándo nos conocimos me dijiste que un disfraz es siempre un autoretrato, que honesto de tu parte, la combinación de la caja, tus medidas, pero esto... Esto es mucho mas íntimo, esto es tu corazón y nunca deberías dejar que gobierne tu cabeza. Podías haber elegido cualquier número y haberte ido con todo, pero simplemente no lo podías resistir ¿verdad? Yo siempre asumí que el amor era una desventaja peligrosa... gracias por la prueba final. + Todo lo que dije, no es verdad. Sólo estaba jugando para usted. - Lo sé, y usted está perdiendo...
Un cadáver sobre un escritorio, un monitor con el siguiente texto:
“Uno no termina de cambiar, ni
de acomodarse la corbata cuando decide volver. Hemos vuelto a ser lo que nunca
dejamos de ser, pero el tiempo en el que me tocaba apuntar con el dedo y
juzgar, y encontrar siempre los adjetivos correctos para inutilizar a los demás
terminó, terminaron para mí. Me rindo y está será mi declaratoria.
He caminado desde que tengo
uso de razón destructiva, aproximadamente desde los quince años, cuando sin
pensarlo dos veces aprendí a devolver los ataques con palabras. La base de
todas las adicciones son así, al principio le temes por lo peligroso pero luego
le encuentras el gusto, lo dominas y lo usas a tu favor. Conforme pasaba el
tiempo me volví un experto cuando me sentía golpeado, bajar la cabeza nunca fue
una opción, asumir una derrota sin antes haber cobrado parte de la recompensa
por destruirme era un objetivo dulce, si yo sufría dos noches necesitaba que el
atacante sufra el doble, el triple, lo que sea necesario para sentirme mejor. Ser
alguien despreciable es un arte despreciable, pero gratificante. Lo he
disfrutado, disfruté ver caer torres que antes me habían hecho caer. La venganza
siempre ha sido insuficiente, me fascinaba ser el verduguillo invisible que se
clavaba por la espalda sin opción a reclamar. Me gustaba, ese fui yo durante
tantos años, aquel que bajaba los brazos solo para levantar el arma y disparar,
el que no conocía opción a rendición. Mis métodos incluían de todo, hasta la
súplica o el descontrol con tal de conseguir lo que quería, la paciencia es un
hábito, la mentira es una opción, la facilidad de crear historias y repetirlas
tantas veces sin embargo era la cumbre, la catarsis. Era encerrarse en un estado
mental a crear y recrear coartadas milimétricas y al detalle, escenas sobre
guiones, algo esquizofrénicas y desorbitadas. Arte sobre la maldad, pero arte
al final para los que miran la pasión desde un punto marginal. Le entregué mi
vida, mis letras y mi imaginación a esto que ahora renuncio. Toca renunciar
porque mis objetivos dejaron de ser equitativos, ya no se da porque se ha
recibido, se da por puro placer, y eso está mal, el daño ya no regresa y
necesito que regrese para darle equilibrio a todo. Pero no regresa, las últimas
veces he disfrutado pero al instante me he dado cuenta de lo horrible que es
todo esto, la conciencia empieza a renacer y a molestar, la culpabilidad que
recae sobre mi es inmensa y no estoy dispuesto a seguir así. Renuncio, sobre la
mesa hay algunas cosas para ti, un tweet, un muñeco, una canción, y un nombre. Es momento
de desaparecer, ante cualquier situac…”
Anderson: Se suicidó. Levantemos
el caso, está más que claro. Suicidio bajo premeditación con antecedente sociópata, y le agregamos
esta nota de despedida.
Nicolás: No seas idiota, lo
mataron.
Anderson: Sorpréndeme.
Nicolás: La nota no concluye.
Revisa el historial de su computador, traza una línea alfanumérica sobre las últimas búsquedas
que realizó de la A, a la Z, del 0 al 9, cuadricula sus ingresos, sus
salidas, los horarios en los que entraba a revisar sus redes, historial de
reproducciones. El patrón te puede decir que se ha suicidado pero dos de las cosas que
enlistó antes de ser ultimado no están sobre la mesa. Su cabeza cayó sobre
el teclado y el patrón de sangre va de la silla hacia sus rodillas
y por debajo del mantel, ingresando por el lado lumbar izquierdo. Por la
posición del mouse, la dirección de la cuerda del teléfono, el desgaste bajo de
las suelas de su zapato y la posición de los colgadores de sus anteojos refiere
que esta persona es de mano diestra y, a menos que sea un contorsionista prodigio, que ciertamente
por su obesidad, no es; sugiero que alguien ingreso sin que lo notara, espero
el momento exacto para dispararle por la espalda. Disparo cercano y con
guantes, colocando el arma con cuidado sobre su mano derecha. Balística te dirá que no
hay rastros de pólvora sobre sus muñecas porque evidentemente él no se disparó. Una escena de
suicidio donde hubo un crimen, una nota incompleta y dos detalles que no están
sobre la mesa pero si son mencionados en el escrito, lo que sugiere que el asesino
entró y no observó lo que escribía. Eso me sugiere que es la persona
de quien se escribía ya que sin importar lo que había en la hoja de redacción,
se llevó los objetos que le pertenecían, y eso, me da dos opciones: la
persona que entró a disparar conocía al detalle todos los movimientos de la
víctima, es corta de vista y le unía un lazo emocional. O por el
contrario, la víctima sabía que los detalles no encajarían tanto e incluso
después de muerto intenta inculpar a alguien de un asesinato que no cometió. Despecho,
desencuentro, rendición, culpa. Revisa el historial de búsquedas y cuadra solo
los nombres de mujeres que se relacionen a él, entrelázalas con canciones o textos deprimentes o que hablen de
temas como olvido, resignación o venganza. Abre tu dispositivo y busca ahí los nombres que encuentres, si el asesino es de quien escribía a estas
alturas no debe existir en la red seguramente por bloqueo, por restricción o porque
desactivó sus cuentas. Utiliza el caché del navegador y de las páginas personales,
encuentra un nombre, luego, accede al registro de contribuyentes, obtén su dirección y
mediante su seguro médico accede a su registro de empresas que lo paguen, reutiliza la información de sus
conexiones y transacciones financieras si las tuviera. Tenemos una persona que buscar y mucho que interrogar.
A: Tengo un nombre.
N: Bien, vamos.
Toman un taxi, a la Calle La
Mar, 2811.
A: ¿cuáles son las cosas que faltan?, tú leíste la nota.
N: El muñeco.
A: Pero dijiste que eran dos cosas.
N: El tweet, no hay que ser un experto para deducir fue borrado.
A: ¿Cuáles son las otras opciones?
N: El nombre, que ya lo tienes, y la canción. ¿tienes el
historial?
A: Son tres canciones, se
repetían al mismo tiempo siempre. Un pacto – Bersuit, El Aventurero (y esta es la que
me gusta a mi) de Pedro Fernández, y Sé que te amo – Cómplices Eternos.
N: ¿Los tres, a la
vez?
A: Si, ya llegamos.
Tocan la puerta 2811.
N: Buenas noches, ¿Beatriz Irene?
B: Sí, soy yo, ¿qué
sucede?
A: Personal de
investigaciones, queríamos hacerle unas preguntas.
B: Uhmm, no… no
entiendo ¿pasó algo?
N: ¿Conocía usted a
Edgar Fritz?
B: Sí, ¿qué le pasó?
A: Está muerto, y
algunas evidencias apuntan hacia usted como implicada.
B: (entra en shock)
A: ¿Podemos entrar?
B: (aún en shock,
asiente)
N: ¿puedo usar su
laptop para poner algo de música? Necesitamos detalles y en el estado que se encuentra no nos
podrá ayudar, algo de música liberará tensiones.
B: Está bien.
A: ¿de dónde conocía
al señor Fritz?
B: Fue mi pareja, por
unos años. Terminamos porque la relación se volvió tormentosa, en un momento de
ese tiempo solo peléabamos y siempre habían maneras de dañarnos y de buscar
revancha, él tenía el poder de ser tan duro, a pesar de haberme separado de él
y de tener un nuevo compromiso ya hace un tiempo, siempre me preocupó saber cómo
estaba, no entiendo que pudo pasarle, ¿Cómo sucedió?
N: Play a Bersuit – un pacto. Lo mataron, aunque la escena sugiere un
suicidio.
B: Conozco esa
canción, la colgué hace unos días ¿por qué la puso?
N: Escogía cualquiera
de su historial, solo fue casualidad. Cuénteme, ¿Qué hacía usted ayer por la
noche?
B: Regresaba de
trabajar.
A: ¿Cuándo fue la
última vez que lo vió?
B: Hace ya unos
meses, pero no terminamos bien, discutimos.
N: ¿Sabe de alguien
que podría hacerle daño?
B: ¿más del que él
hizo a los demás? No, no lo creo.
A: Dice no conocer a
nadie capaz, pero guarda el resentimiento por el daño que él le hizo.
B: Es algo que él
sabía, nunca se lo oculté.
N: ¿Podría decirme sus
nombres y apellidos completos?
B: Beatriz Irene
Jáuregui Kier.
N: Es todo, buenas
noches. Aunque, ehmmm, antes de irme, ¿colecciona usted los regalos que el señor Fritz
le ofreció?
B: Solo algunos.
N: ¿Puedo verlos?
B: Si, claro.
N: (Después de
revisar). Que tenga buenas noches, nos comunicaremos con usted en caso de
cualquier implicancia.
B: Gracias, por
favor, manténgame al tanto, no puedo creerlo aún, no sé si merecía este final,
pero es algo que me duele.
A: Lo haremos, hasta
pronto.
Salen de la casa:
N: Miente, pero dice
la verdad.
A: No entiendo…
N: Ella no lo mató.
Pero el muñeco está ahí, sólo que ella aún no lo ha notado.
A: ¿cómo sabes que el
muñeco está ahí? ¿Cómo sabes que no lo ha notado?
N: Bueno, no miente, pero su historial
la delata, conexiones y búsquedas dan un patrón de horarios iguales las últimas
semanas, incluso meses. Largos periodos de ausencia, tiene un carnet de
identificación en una empresa que ciertamente no tiene miramientos ante las
inasistencias. Sobre su mesa hay recetas y dos permisos para ausencias, tres
originarían una oferta de despido y si algo he notado, es que la carencia de
zapatillas nuevas, abrigos nuevos, ropa nueva, la presencia de facturas por
pagar la hacen alguien dependiente del trabajo. La canción de Bersuit no le
pertenece a ella, el muñeco estaba en el cajón de la actual pareja, al parecer,
ella ha perdido el interés por revisar la vida de otros incluyendo al nuevo
amor, el muñeco está ahí, no está en el lugar de los demás y ella no ha revisado. ¿pero por qué? y su
aspecto contrasta con la limpieza de todo lo demás ahí dentro, quien lo puso
sabía que nadie lo buscaría ahí, pero si no lo ha tirado es porque espera hacer
algo con el, ¿Cómo llegó ahí? Tenemos que buscar a Gonzalo, ¿si te preguntas
quién es?, la actual pareja. Ella dijo que vio a Fritz hace unos meses sin embargo
estaba separado de él hace mucho tiempo, a considerar por la antigüedad de algunos
muebles y de sus publicaciones referentes a otras personas y al cambio total
del tono de sus mensajes en sus redes, nueve a doce meses, no más, no menos. Gonzalo debió percatarse de
algo, un engaño, algo, ese también es un motivo suficiente para matar a
alguien, y la canción la escuchó él, y el muñeco estaba en su cajón, y él si
tenía tiempo ayer, al parecer el trabajo que él tiene es más flexible, en su habitación
no hay credenciales ni ropa muy formal, el horario es poco usual para alguien
de oficina estricta, y asumo que es de carácter escondido, tranquilo, por la manera en como ordena sus cosas y el cuidado que le da a su propio espacio, debe ser de los
que piensan dos o tres veces algo antes de hacerlo, sugiero que se centró tanto
en el hecho de proceder y de cómo desaparecer que no calculó dos cosas
importantes: qué hacer con el muñeco y leer lo que Fritz dejaba en el escrito.
A: Se te escapa algo.
N: Como entró donde
Fritz, debía ser alguien conocido, y él no lo es.
A: ¿Tienes el número
de Beatriz? Llámala.
N: ¿Qué solicito?
A: Nombre completo de su actual pareja.
N: Lo tengo. Gonzalo
Pedro Sauce Yance.
A: y Edgar Fritz...
N: Líneas de tres.
Tres personas, tres nombres, tres canciones.
A: ¿estas asumiendo
que…?
N: Silencio, déjame
pensar.
En algún lado de la ciudad.
Línea 1: Esta
hecho.
Línea 2: ¿testigos?
L1: Ninguno, señor.
L2: Entiendo. Gracias. Sube
por el dinero, trae el arma y las llaves.
L1: Enseguida.
Se oye un disparo. Un cuerpo
cae sobre una chimenea. Se cierra una puerta, alguien camina y cruza una calle. "Tendrá que pasar mucho tiempo para que alguien pase por aquí." se oye.
Oficina de Nicolás y Anderson:
N: No es necesario ir
a buscar a Gonzalo. Él no fue.
A: Por el amor de
Dios, me confundes más, ¿de dónde sacas eso?
N: Accedí a la cuenta
personal de Fritz.
A: ¿De dónde tienes la
contraseña?
N: Muy fácil, alguien
con gustos musicales muy marcados, seguidor de algunos libros sin interés, el
reproductor sugiere un artista, y ese artista sugiere una canción, alguien tan
inteligente no te daría una clave fácil pero tampoco te daría un
texto aumentado en cifras y cantidades con signos. Hacer lo obvio más directo. Si
alguien tuviera que adivinar su clave intentaría con generadores de códigos o
nombres de personas cercanas, él no, fue más ingenioso. Su canción preferida,
en alfanumérico, en altas y bajas. Lo fácil, pero más difícil. Lo obvio, más
directo. A nadie se le ocurriría marcar 123456 si es que se tratase de hackear
a Bill Gates, y sin embargo, esa debería ser la posibilidad más latente para
ser verdad.
A: Que encontraste.
N: La canción de
Bersuit es de Gonzalo, lo odia, pero lo respeta. Encuentro admiración pero con recelo. La ecuación se hace más simple. Bersuit para Gonzalo, El aventurero,
por obvias razones, para Edgar Fritz, eso nos da que Sé que te amo, es de
Beatriz.
A: Un amor que no se
olvida, conmovido por situaciones. Intenta relacionarlas, deben contener algo
que no vemos aún.
N: ¿Pero qué? Que escondes
aún después de muerto, Fritz.
A: ¿Crees que alguien
incluso después de muerto pueda tramar tanto? ¿Para qué? ¿Qué sentido tendría
generar tanto trabajo que no vas a disfrutar ver porque estás muerto?
N: A menos que no esté
muerto.
A: Viste el cuerpo. No
había pulso, una bala ingresando por el lado izquierdo del cuerpo. En estos
momentos su cuerpo debería estar enterrado o incinerado. Hubo un velorio, una
investigación de la escena. La sangre encontrada en el suelo era de él.
N: ¿A qué se dedicaba
el señor Fritz aparte de ser un sociópata deprimido?
A: Veamos,
laboratorista en el hospital central.
N: (mirando con
ironía) justo el lugar que alguien necesita para fingir una muerte.
A: Vamos.
Hospital Central:
N: ¿Tomaste el pulso
con el cuerpo tendido?
A: No, cuando estaba
aún sobre la mesa.
N: Su cuerpo fue
cremado.
A: Si.
N: Eso resta
posibilidades de una futura investigación post-mortem.
A: Las pistas se hacen
más largas y aún no llegamos a nada.
N: Ve a casa de
Beatriz, Gonzalo estará ahí en aproximadamente dos horas.
A: ¿Qué quieres que
haga?
N: Pide el número de
Fritz a Beatriz, pídele a Gonzalo una muestra de sus huellas dactilares. Tengo que
ir a ver algo.
A: Entendido.
La Mar, 2811.
A: Beatriz, ¿tienes
unos minutos?
B: Si, adelante.
A: Buenas noches,
¿Gonzalo verdad?
G: Si, ¿Cómo lo sabe?
A: Estuve aquí antes, ¿podría
hacerles un par de preguntas?
G: ¿Eres policía?
A: Algo así, pero en
tal caso, de no ser por nosotros, la policía señalaría a alguien como
responsable de un crimen que no cometió, espero pueda colaborar.
G: Bueno, que quiere.
A: ¿Dónde estuvo
anoche?
B: Anoche el no vino
a dormir, se fue donde su madre.
G: Es cierto, acabo de
llegar.
A: ¿podrá ofrecerme un
vaso de agua, señor Gonzalo mientras hablo con Beatriz?
B: ¿Qué sucede ahora?
A: Necesito el número
personal de Fritz, sé que usted lo tiene. ¿Gonzalo sabía que usted veía a
Fritz?
B: Tome, aquí está el
número. Lo sabía, pero no del todo.
A: Entiendo.
G: Aquí tiene.
A: (coge el vaso con
unos guantes especiales) muchas gracias, estaremos informando y por favor, tomen esto con tranquilidad. Presiento que estamos cerca a descubrir que sucedió. (se va).
En la calle:
A: (levanta el teléfono celular) Tengo el número, y las huellas.
N: Ven a la escena del crimen. Trae ambas cosas, y una
laptop.
Escena del crimen:
A: ¿Qué sucedió?
N: El tweet, está en
su portapapeles aún. “@edgarfritz1710: Inicialmente, subrayé la vida, con los
nombres que nos dio la vida. No me busquen, no estaré”
A: ¿Quién lo borró?
N: Fritz. ¿Trajiste la
huella de Gonzalo?
A: Si, la saqué del
vaso que me trajo. El guante lo grabó en su superficie, al tomarle una foto con
el flash y un filtro UV sobresalen las líneas, con el editor de fotos del celular, se voltea
horizontalmente la imagen y se obtiene la huella.
N: Esta es la huella que encontré sobre el mouse y el teclado. No es la de Gonzalo, y a juzgar por sus
dimensiones, tampoco es de Beatriz.
A: Deben ser las de
Fritz.
N: O del asesino.
A: ¿Quién lo mató?
N: Nadie, el sigue
vivo. Hay otro muerto.
A: ¿Qué demonios?
N: En el registro de
ingreso del Hospital, hay un constante ingreso de dos personas, una al banco de
sangre. Un donante permanente, y otro, poco usual, que también ingresa constantemente
al hospital, pero solo una vez al banco, y a la morgue.
A: ¿Quién?
N: El asistente de las
autopsias. Amigo incondicional de Fritz. Tiene licencia laboral indefinida desde hace… un día. Hay una
publicación donde da cuenta de sus viajes y de unos boletos de avión hacia
Suiza.
A: Lugar donde no
ejerce la extradición desde aquí.
N: Pero observa algo.
En el historial de Fritz hay accesos a servidores de las mismas páginas desde
donde el asistente publicaba. Si cruzas esa información, verás que coinciden
con las publicaciones recientes, y de hace una semana, y de hace un mes. Ahora,
observa la foto de los boletos, hay un reflejo extraño. La foto se tomó con una
cámara de celular con posición al centro, como el que salen en las fotos de Fritz, a juzgar por el
expediente del asistente, solo sabe usar teléfonos de otra compañía, cámara a la
izquierda.
A: Entonces tenemos un
muerto y un desaparecido con una vida digital que él mismo no publicó. Pero no sabemos el orden, ni quien disparó, ni quien
murió. El que estaba en la mesa era Fritz, sin pulso.
N: Hay maneras de
desaparecer el pulso, con medicamentos, con técnicas de respiración y
relajación, hasta con una pelota de goma bajo la axila.
A: ¿Qué sugieres?
N: El número de Fritz,
marca.
A: Timbra, pero no
contesta.
N: Envía este mensaje:
“tu asistente, línea de tres, (abre el cajón, encuentra pelotas de goma) pelotas de goma bajo
la axila, muy hábil”.
A: Enviado.
N: Bien, tenemos el
tweet, el muñeco, el nombre. Faltan las canciones.
A: Puras
coincidencias.
N: Alguien ha
inventado una muerte e intenta implicar a alguien mediante los detalles, ¿crees
que son pura coincidencia? Empareja los nombres con las canciones, deben esconder
algo.
A: Bueno, iniciaré lo que digas.
N: (piensa en silencio) Iniciaré,
inicialmente, inicio, iniciar, iniciamos algo que no termina, iniciar, inicial… ¡INICIAL!. Muéstrame la letra de las canciones, las iniciales de los nombres... Gonzalo Pedro Sauce
Yance…
GPSY … 7, 18, 21, 27 según el alfabeto, número de versos. Canción de Bersuit:
N: No,
es una despedida. No quiere inculpar a nadie. Quiere seguir jugando, pero lejos
de aquí.
Suena el teléfono.
E: Asumo que me debo
sentir descubierto.
N: Todavía no, quedan
más trampas.
E: Encuéntrelas, pero
de verme descubierto ante todos, el asistente no aparecerá jamás. Los únicos
que fueron a revisar su historial de ingresos fueron ustedes, empeñados en
encontrar siempre un culpable. Yo ya fui incinerado, tengo todos los detalles
para seguir estando muerto, pero con ustedes, tendría nuevos sospechosos, y eso
es algo que me alegraría mucho.
N: Que intentas.
E: Escapar. (cuelga)
A: ¿Que intenta?
N: Fritz escapa y sufre. Pero no
lo dice, lee la nota, es un sociópata acostumbrado a ganar, pero se rinde, observa
la escena, si asume su rendición ¿por qué se iría lejos? ¿quién sería la única
persona perjudicada? Beatriz. Ella estaría afectada pero dentro de todo se
quedaría tranquila pues ya no recibiría ningún tipo de acoso, y lo guardaría solo
como un recuerdo que no soportó sus culpas y que se mató.
A: Pero acabas de
decirle que no se suicidó.
N: ¿Quieres que vaya y
le diga que no fue así y que sigue vivo para alarmarla más? ¿Quieres que ahora
luche con un muerto que puede o no volver si se siente descubierto?
A: ¿Qué opción
tenemos?
N: Encontrar al
asistente, saber que planea Fritz, y dejar tranquilos a Beatriz y Gonzalo.
A: ¿Cómo lo harás?
N: Hacia el sur, el muñeco
tenía rastros de arena fina, que no se encuentra en las playas de La Mar.
Beatriz tiene fotos sobre el escritorio en la costa, que no es de las playas de La Mar y a
juzgar por su apariencia son de hace más de un año, según las propiedades de
Fritz aparte de este apartamento y de su auto, registra una casa de playa,
abandonada hasta el verano por baja afluencia. Además, había arena y ceniza.
Fritz debió salir de la morgue con su asistente y se debió dirigir hacia esa
casa, luego volvió a dejar el muñeco en casa de Beatriz mientras nadie estaba.
Lo obvio ante lo complicado. ¿Por qué nadie notó cuando mataron al supuesto
Fritz? Porque en casa de Fritz conocían al asistente. ¿Por qué nadie notó cuando Fritz entró a
casa de Beatriz? Porque ahí lo conocen. ¿Para qué dejó el muñeco ahí? Para hacer
pasar un mal rato a Gonzalo. La consigna es fácil, se rinde pero quiere dejar
su última “obra de arte”. Inculpar a Gonzalo para que después lo dejen libre,
dejar una duda en la cabeza de Beatriz. Se va, pero no los quiere dejar juntos,
o al menos, eso parece.
A: Pediré un taxi.
En la casa de playa:
A: Huele a carne
humana, por Dios.
N: Fritz estuvo aquí,
pero no es el de la chimenea, lógicamente. Alguien abordará el viaje a Suiza, y no será el
asistente. Incineraron cualquier cuerpo, y lo hicieron pasar por Fritz. Mira el
fuego, hay unas llaves, y un arma.
A: Tenemos al asesino,
al fugitivo, el arma, y un muerto.
N: Era obvio, ¿quién
revisa el carbón al momento de botarlo? Nadie, quien ocupara la casa en
aproximadamente cuatro meses jamás hubiera notado lo que hay aquí dentro. Envía
un mensaje. “Casa de playa, Suiza”.
A: Enviado. (diez segundos después) Espera,
tienes una llamada.
E: Muy bien. Dime que
tienes, te diré que quiero.
N: Veamos, escribiste
una nota describiendo tu proceder, cuando quieres inventar una mentira real,
tienes que empezar diciendo toda la verdad y lo hiciste, dejaste desnudar tus
métodos sabiendo que Beatriz te conoce, y se daría cuenta automáticamente que
no mientes, hiciste toda la escena porque sabes que es posible y que resulta
verdadero todo, salvo algo, algo en lo que nadie se tomaría el tiempo de
averiguar. Una mentira por sobre cien verdades. Fui a tu laboratorio. Fuiste un
constante donador en el banco de sangre y efectivamente donaste y mucho, pero
fue el asistente quien retiró tu sangre por la suya. Con la sangre lista y sin
que nadie lo note, aseguraste que tu asistente entre a tu casa en una hora
donde nadie transita, armaste la escena, un arma de fogueo, de plástico que
justo en este momento se está derritiendo lentamente en tu chimenea. Fabricaste
las llaves de tu casa sobre estaño, metal de rápida fusión a un fuego no tan
amplio. Usaste la complicidad del asistente y bajo un sedante y dos tubos de
ensayo fabricaste dos agujeros sobre tu abdomen y zona lumbar, los cuales
primero llenaste con tu propia sangre para crear salida y con un chisguete artesanal
recreaste la salida de sangre debajo de tu mesa, algo muy ingenioso y difícil de pensar. Al declararte
muerto tenían que ver la coartada perfecta. Citaste al asistente aquí, tomaste
su personalidad y lo mataste. Ahora trataste de incriminar a Gonzalo, entonces
tendrías tu línea de tres perfecta, tu lejos y muerto, Beatriz triste por tu
muerte sacando a flote sus sentimientos escondidos y a Gonzalo bajo sospecha
por asesinato. Pero no te podías ir sin dejar rastros, querías probar tu
inteligencia por la de los demás y dejaste pistas escondidas para ver si
alguien las encontraba, tratas de dejar un precedente por si en algún momento
alguien te descubría y tuvieras que regresar a ver como todo el mundo hablaba
de ti, tu ego te traiciona a veces, querías saber que se siente estar por
encima de muchas más personas y déjame decirte que lo lograste pero no por
mucho tiempo. Te descubrí. Ahora dime, tú que tienes.
E: Interesante, pero
aún queda más. Efectivamente, el asistente está muerto, pero ciertamente
merecido. Si hay alguien dentro de todo esto quien tiene el lugar más amplio en
el infierno, no soy yo. Si no alguien a quien descubrí traficando con órganos
de personas que no tenían ni para un sepelio. Lo que el ganaba por un riñón era
ampliamente capaz de devolverle la tranquilidad a más de una familia que iba a
la morgue del hospital a retirar a su muerto. Lucraba con el dolor y el cuerpo
de personas que nada de culpa tenían, y a costa de eso creó una fortuna. Fortuna
de la cual me adueñé pero no me llevé. Fortuna de la cual solo usé para
falsificar los documentos que me están llevando a Suiza, donde seguramente el morirá
desapareciendo y yo me crearé otra identidad. Lo demás esta esparcido en la
ciudad, yo no necesito ese dinero así que se lo dejé a cada pariente de cada persona a la que él
le extrajo sus órganos sin el menor consentimiento y remordimiento. Yo le
ofrecí morir, le dije que después de todo esto yo iba a morir observando como Beatriz
lloraba mi muerte, que ese sería mi peor castigo y que después, si quería,
podía vender mis órganos al mejor postor. Pero no fue así, murió a causa de su
avaricia, no me siento orgulloso, pero tampoco me arrepiento.
Ahora,
Beatriz.
Sé que
debes estar pensando en que acabas de atrapar al sociópata más criminal y mala
sangre que te ha tocado encontrar, pero no es así. O tal vez si, le he dedicado
mucho tiempo de mi vida a hacerle daño porque también lo recibí. Pero desde
hace un tiempo esto se estaba saliendo de control. ¿viste la foto sobre su mesa
verdad? ¿viste el muñeco en el cajón? Fue un error. No lo dejé ahí para
incriminar a nadie, quería darle un toque tenebroso a mi muerte, ese muñeco me
lo regaló ella, y para un hombre como yo que se jactaba de gustar hacer sufrir
a los demás, ese muñeco blanco y negro era para mí el peor sufrimiento posible.
Los malos también aman, el demonio alguna vez tenía que aprender. No me quería
ir sin devolverle eso que a mí me hizo sufrir. Bien, esto es lo que busco. Huir,
escapar. Ella ya no merece que yo la merodee intentando siempre hacerla pagar,
ella no, ya no más. En estos momentos el plan debería ser que ustedes me
hallaron muerto en medio de un suicidio, ella debería llorar que me fui pero
las posibilidades de que recuerde mis actos malos después de un suicidio se
reducirían enormemente y al final solo recordaría lo bueno que hice para ella. Conservaría
el muñeco porque es lo más profundo que me dejó, y yo, estaría lejos de todo, de
ella, de él, de mi entorno. Es un costo alto que tendría que pagar por ser tan
mierda todo este tiempo. No me podía ir claro sin antes frenar al hijo de puta
del asistente, así que me gané su confianza, lo persuadí porque es lo mejor que
se hacer, y bingo. Aquí estoy, esperando un vuelo mientras ustedes reúnen
pruebas que me incriminen y termine todo este sufrimiento para muchos, y claro,
el ego me traicionó, pero debo aceptar que usted ganó. Puedo sentirme un hombre
inteligente pero no más que usted. Espero algún día poder sentarme a compartir
experiencias, usted no me encerrará porque en el fondo me buscará para
entenderme. Sabe que no haré más daño del que ya hice y que lejos de todo me
vuelvo inofensivo e inútil ante la ciudad que usted protege.
Voy a
proponerle algo. Quedan dos opciones, dejar que todo sea parte de un suicidio,
dejar las cosas como están y declarar cerrado el caso, o asegurar que el
asistente me mató y que descubrieron que lo hizo porque me enteré de su negocio
podrido sobre los cadáveres, la interpol vendrá a buscarlo a Suiza pero al no
poder extraditarlo el proceso se dilatará y hasta eso yo ya habré cambiado de
identidad. Acusarme directamente no es una opción y lo sabes. Me estoy yendo, y
ese es el mejor final para muchas personas ahí.
N: Voy a encontrarte.
E: Estaré
esperándote, pero por favor, no involucres más a Beatriz, ya no merece más estrés.
Adiós. (cuelga).
(un silencio prolongado)
A: ¿Qué harás?
N: Iré por Beatriz.
A: ¿Le dirás la
verdad?
N:Le daré el pésame, ella
entenderá que Edgar Fritz merecía morir.
Caminando hacia atrás, escondes la mano guardando un saludo, retrocedes la vereda, abres la puerta para ingresar. Te duermes observando como el amanecer se va, como la noche se va, como te levantas de la cama perdiendo el sueño, como vives, juegas, ríes, amas. Como de pronto los errores que cometiste y las mentiras que dijiste ya no existen, no existieron, no hay traición, no hay dolor, no hay tiempo en vano ni peleas, ni discusiones, esas lágrimas jamás se derramaron, los golpes y silencios se desvanecieron. Las calles jamás fueron construidas, el cuarto sobre el segundo piso lo ocupan otras personas, los viajes largos no son planificados, el año nuevo aún sigue siendo lejano, los hospitales aún no los conoces ni tienes la menor idea de que somos tan destructivos, tan fallantes, tan intensos. Solo dos desconocidos contemplando la madrugada en la Avenida, saliendo del cine y riendo de las historias que aún no conocemos. Tú me conoces con mis lentes y sin ellos, yo te conozco tu camisa a cuadros y tu dependencia al salbutamol. Eso debió ser suficiente, estamos listos para lo demás.
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Ella sube por un lado, yo por el otro.
Me ve a lo lejos.
Me sigue, me busca, me llama.
Amago, y voy, le digo - ¿Qué pasa? -
- Tengo miedo, no me sueltes por favor.
La tomo del brazo y pienso "creo que jamás lo haré".
Nicolás había descendido como todos los días
los cinco pisos que de día le hacen ver la gloria, y de noche la oscuridad de
algunas luces y algunas sombras. Las cinco cuadras acompañadas de canciones
tristes ya se hicieron hace mucho tiempo rutinarias. “tengo que cambiar de ruta”,
pensó. Hace ya algunos días que un miedo que creía superado lo ha vuelto a
perseguir por las calles.
“Pero qué demonios”, pensó. ¿Cómo podría
cambiar de ruta si cada calle caminada y por caminar tenían siempre un rastro
de ella?
Beatriz. No había mucho que contar, unos pares
de años entregados de buena y mala manera, unos ojos adornados con dos lunas,
una mirada muy redonda que te llegaba hasta el alma. Si al principio Nicolás se
enamoró de su mirada, con el tiempo, se enamoró de mucho más que una mujer
capaz de hacerlo caer y de hacerlo subir. Unos pares de años decidiendo
entregarle la vida, el alma y el amor mal educado a una sola persona que lo
conocía y que se conocía casi de memoria. Si Beatriz no podía respirar, Nicolás
siempre tenía la manera de recuperarla. Si él se enfrascaba en alguna diatriba,
Beatriz era capaz de encontrar cualquier ruta alterna más fácil y completa. Él
amaba su forma de mirar y ella amaba su forma de surgir. Así era Beatriz,
cúmulo y patrón perfecto en el lienzo desteñido que se armaba en cada día, capaces
de describirse la vida y el morbo con una canción compartida, con una película,
con una noche donde solo eran capaces de desnudarse el cuerpo y el corazón, así
la amaba Nicolás, así, lo amaba Beatriz.
Nicolás ha llegado a la estación del metro. No
irá hacia adelante, pero a la espalda hay un parque algo frío y ha buscado la
misma silla donde se sentó a recibir los regalos de Beatriz.
“Es extraño” pensó.
“Sé perfectamente que ella no volverá, y si
vuelve no será capaz de olvidar lo que hice, ni de olvidarme lo que hizo, a
pesar de que me regaló algunos meses escapando del nido donde había construido un
nuevo refugio. A pesar de haberme regalado más noches de amor en tan poco
tiempo, a costa de su fidelidad, a costa de que todo su mundo le haya obligado
a alejarse de mí. Ella no volverá y esta debe ser la décima vez que convenzo de
que no debo extrañarla, pero la extraño.”
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Camilo Cárdenas doblaba una esquina. Entrelazado
y jodido, decepcionado por las vueltas que le da a su última decepción.
“Joder, sí que la vida sabe esconder muy bien a
sus lobos, sí que el destino sabe disparar más fuerte que fusil en guerra
bélica. He sido un pequeño hámster fundido en una selva donde habitaba el reino
de los más oscuros animales salvajes, pero alabado sea el Dios que no existe,
estoy vivo, estoy de pie”.
No todas las veces hasta el más recio de los
criminales se sienta en un parque a observar el desplazamiento de las hojas que
se caen y suben con el viento. Es un viento nuevo el que llega, el que lo hace
sentirse algo cansado. Ha visto una banca de madera, y ha decidido acomodarse.
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Sebastián debe ser de los chicos que sueñan dar
la vuelta al mundo con un perro y una mochila llena de huevadas. El nació con
una canción de Rubén Blades y dos botellas llenas de cerveza negra. Nunca se
hizo problemas por los golpes que le caían en cada parte de su cuerpo, siempre
se levantaba a observar el mundo esperando algún mejor cambio.
Sebastián sabía que vivía enamorado ya hace algún
tiempo de una mujer poco transparente. Eso, lo seducía. “Después de tantas
películas de R. Darín, quisiera darme el lujo de encontrar mi propia Irene
Menendez Hastings, mi propia Laura Ramallo, quisiera tocar algo que se
convierta en oro o en mierda de vez en cuando y que me digan que está muy bien
para empezar. Esta mujer era perfecta, era tan perfecta que lógicamente, no
debió ser para mí, sino para alguien capaz de observar y no juzgar esa
perfección. Estoy loco, y así, desequilibrado nunca seré capaz de detener
ese poder que ella posee sobre mí. Con una palabra yo puedo llevarla al más
oscuro rincón de la humillación pero ella con un beso fue capaz de desatarme
todas las malditas cadenas que me impedían avanzar, me ha rescatado. Pero ya no
está”.
La mochila y el perro, los cuchillos sobre la
espalda. Ya no encuentra más caminos para andar y solo se resigna a dar
vueltas sobre círculos que nunca acaban. “este amor es como un círculo, no le
veía principio ni final, ella se salió del círculo. Yo no pude detenerla ni seguirla”.
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Nicolás observaba el vació de una ausencia.
Sobre una libreta vieja apunta siempre las cosas que va recordando al día. Si
va por una calle de pronto algún postre mal preparado y una voz en su cabeza
que le dice “ella lo hacía mejor”. Si va por la calle de pronto una canción y
la misma voz “ella era esa mujer celosa”. Si va por cualquier camino adornado
por neón la jodida voz “en este lugar nos amamos sin control”. No es justo,
nadie dijo que debía serlo. Entrampado en trivialidades y en demasiado
descontrol, Nicolás se arrepiente de mucho Sherlock Holmes, de mucho Benjamín
Espósito. Tal vez, de hacer las cosas un poco más simples, Beatriz todavía
estaría con él. El amor reservado para ella se empieza a ir con el cansancio.
Ya son varias horas sentado en aquel parque, ya te tienes que ir. Abre la
libreta y después de escribir un verso corto, lo ha firmado con un alias y le
ha puesto nuevamente de nombre “Beatriz”.
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Las penas se consumen mejor con cigarros y con
alcohol, Camilo lo sabía, hacía mucho tiempo que no alzaba la mano y la voz
brindando por ese desamor que ardía peor que la Ceftriaxona en polvo. Prende el
reproductor y las malditas coincidencias dejan caer al viento el sonido de una
canción. “eres tú, eres tú, mi puta tímida”. Revuelve los años hacia atrás, la
entrada a Lima después de tres días y diez llegadas. Eras tú, mi puta tímida la
que ahora en el alcohol y en el cigarro me decían que no
regresaría. A tu salud, dejo caer mis penas, a tu salud.
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Sebastián ha perdido ya un poco el equilibrio
del sentido sobre sí mismo. “ella escogió un camino momentáneo, ella vino a
pesar de pertenecerle a otro, me abrió más caminos en tan poco tiempo y
quisiera volver a verla para agradecérselo, quisiera que esté aquí, quisiera
decirle por última vez que la amo, que la amaré y que mi forma de amar siempre
será de una sola manera. A mi manera, a mi modo, en silencio, sin mostrar todo,
siempre con mentiras que no me revelen ante ella, siempre diciéndole te amo
poco, esperando que entienda que es todo lo contrario, porque cuando menos le
demostré amor más me amó, y cuando más le abrí mis brazos, menos me eligió. Vuelve
para que veas como te miento al decir que no te extraño, vuelve para que veas
como me río de ti mientras me destruyo por dentro, vuelve porque sigo siendo el
viajero dañino que te amará mejor que nadie pero que te alejará para que seas
feliz. (suena “confesión” de Bunbury y Calamaro) y a viva voz, voy a dejar caer
todas mis medallas de esta guerra que he perdido, a tu nombre.
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Beatriz,
Durante tanto tiempo he sabido
Disimular muy bien mis cometidos,
Durante tanto tiempo me encerré
En personajes libres y misteriosos.
Me fundí entre vuelos perdidos,
Entre duelos de amores imposibles
Y pensamientos celosos.
Tu ausencia es más grande que este verso
Que no encuentra libro ni folio donde caer
Donde mostrarse, donde existir.
Aunque sea lo último que leas,
Aunque sea lo último que observes con esos ojos
Voy a insistir en mis mentiras,
Serás feliz, feliz sin mí.
Porque el tiempo avanza desde ahora hacia atrás
Segundos menos de ausencia.
Otro amor llenará este vaso y en tu nombre
Renacerán los montes, en tributo a tu
presencia.
Beatriz, serás feliz, feliz sin mí.
Nicolás cierra el libro, y con el libro, caen y se guardan en un remolino Camilo y Sebastián, dueños de otras hojas, y de historias diferentes, pero ambos abrazados por el mismo
dolor. Nicolás se levanta de su silla, se coloca los lentes y empieza a caminar,
acaba de pasar una mujer con la mirada redonda y las rodillas descuidadas. Él la recuerda, él la extraña, él, a pesar de
sus mentiras y de los imposibles, todavía la ve en cada calle, en cada falda,
en cada mirada. Todavía pesa la ausencia de Beatriz, de aquella Beatriz que él aun
ama.