Las casualidades existen cuando ciertamente, no
las buscas. He llamado a Lucía y la espero sentado en una banca adornada por un
farol intermitente. Sobre el pasto hay más amor entre los perros que entre las
parejas que acompañan esa ceremonia interminable de espera mientras hago skip
al reproductor.
Tres años después, aquella voz que se fue con
cierto olor a decepción aparece entre la gente, algo perdida. No te culpo, no
es tu ciudad, es más, ni es mía, estamos de invitados mientras yo te invito a
abrazarme y mientras tú me invitas a rozarte. Somos dos invitados que nos
dejamos caer sentados sobre el pasto después de media hora. Los ojos de Lucía
no han cambiado, quizás sea lo único que sigue tan igual, aunque no me creas he
llevado una foto de referencia y empiezo a realizar comparaciones. Ya no eres
la misma, yo tampoco.
Las promesas son así, le he propuesto catalogar
la tarde/noche con una canción de inicio. “te
llevo para que me lleves”. Sólo no se lo digas a Cerati ni a Marbú,
promesas y secretos escondidos debajo de dos latas de cusqueña en honor a dos
recuerdos muertos. Los ojos de Lucía no han cambiado.
Ya es de día, y tal vez sea cierto. Se puede
amar sin sentir amor, ahora me ha tocado entender, pero hace falta
acostumbrarse. Hace mucho no sentía la profundidad de ver dos ojos a contraluz
que te miran hasta el alma, si lo conseguiste lamento la basura acumulada,
estoy en proceso de purificación. Me dices que tu vuelo sale ya en unas horas,
el “full day” ha terminado, al menos para ti, no quiero que te vayas, conserva
esta promesa porque voy a ponerle voluntad para cumplirla, ya pronto me
liberan, se me cortan algunas cadenas, ya reconozco esos boletos de avión,
¿logras ver esa mochila negra? Dentro de ella hay un chek in listo. El
aeropuerto es familiar, “yo te llevo para que me lleves”. Abordaste pero acabas
de dejar la puerta abierta para empezar el camino que me faltaba.
Benditos puntos cardinales, toda una noche para
buscar destino, y yo solo apunte al norte.
****qp****
Déjame jugar con la orientación de tu cintura mientras suspiras desorientada,
producto del alcohol, tú me miras repetidas veces, tus ojos siguen siendo
iguales y la repetición constante empieza a enamorarme.
Acabo de encontrar la pista de aterrizaje sobre tu piel, mis dedos
recaen sobre cada poro que se abre como flor en primavera. La luz de aquella
lámpara juega con el arco de tu espalda, inmortal arco iris nocturno cae sobre
las sábanas.
Dos dedos son suficientes para simular mis pasos, no está permitido
hablar, el susurro es la lengua oficial del mundo que acabas de crear desde que
llegaste, mientras inicio el recorrido mordiendo las paredes de tu espalda,
eres un mundo inexplorable, pero yo tengo el mapa.
Tiemblas, mientras tiro tus cabellos hacia atrás, todas mis preguntas
reciben una sola respuesta: “tú”.
La ascensión empieza mientras me voy dentro, suavemente, ya formo parte
de tu ser, somos uno mientras el tiempo avanza, mientras la noche avanza,
mientras tu cuerpo avanza. Tú.
Mis manos se olvidan de los pies, te recorren por la falda de tu cintura,
hacia el norte, dos montañas palpitando como un volcán en erupción, sincronizas
la erupción de dos cuerpos mientras aceleras el ritmo de la noche.
Gritas, muerdo, golpeo por el sacrificio, el volcán empieza a fundir tu
piel con el sudor, mi mente ha viajado a cualquier parte pero mis manos se
quedaron en el norte, siento tu corazón, “es el amor que no existía el que te
pide que regreses”.
Desde hoy la suavidad de cada línea de tu piel tiene mi bandera.
Es el amor que no existía aterrizando sobre tus ojos, que no cambiaron.
El silencio se adueñó de la oscuridad más resplandeciente,
tus fronteras se cerraron pero mis manos se quedaron en el norte.
En el norte de Lucía.
****qp****