lunes, 28 de septiembre de 2015

Yolanda



¿Me recuerdas?, de muy chico me acerqué a ti, sonriendo y llorando. Algo sucio y descuidado te he confundido con mi madre y te pedí que me abraces. Tú sonreías porque dentro de la dureza de tus palabras y de lo fría que te muestras por encima de tu puesto de comida en San Luis, tú nos quieres, tú me quieres y me quieres mucho.

Me enteré que mamá tuvo problemas, que probablemente hoy no pueda llevarme a su trabajo porque tiene mucho y yo le estorbo un poco. Mis hermanos ocupan su tiempo entre la televisión y sus tareas y yo, sonriendo con mis primeras palabras de vida te pido que me cuides. Y me cuidas. Me alimentas sin que te lo pida y mi barriga te lo agradece. Sonríes, yo te he visto sonreír.

Ahora, desde aquí, te veo. Es navidad, llegó el tío de tan lejos y la abuelita ¿se parece tanto a ti?, ya no sé si tengo una o dos, sospecho que tengo tres mamás. Ustedes tres me miran, me sonríen, me cargan, me quieren. Y yo me confundo con mi inocencia de mis cuatro años al escoger que mejilla besar primero. Eso no importa, en tu casa todos la pasamos bien, alguien ha llevado una vieja cámara de rollo negra, con el flash en toda la esquina ¿lo recuerdas? Yo sí, se volvió mi juguete de niñez pero hoy, justo hoy, me he parado delante de ti, de mi abuelita, de mis hermanos y de mi primo. Todos nos queremos.

Estoy en la escuela, mi primer día he llorado como no te imaginas pero mamá tuvo la idea de llevarme a tu casa para conocer, para darme cuenta que el colegio no está tan lejos de mi casa y de la tuya y que si algún día yo me equivoco de avenida, llegaré a tu puerta. Te vi recostada sobre tu cama, le hablas fuerte a mamá. Yo no entiendo mucho, empezaba mi primaria, en tu tele grande a colores pasa la película de Noe, yo la observo.

Así pasé casi toda mi primaria, creciendo sin saber qué hacer. Mis amigos me han pedido caminar y caminamos, estoy cerca de tu casa y te he visto en esa esquina, con tu cocinita a kerosene, con tu perol y tu aceite, ¡chicharrones! Y así, todo sucio y sudoroso corrí a abrazarte ¿lo recuerdas? Sé que lo recuerdas porque acabas de mirarme sonriendo. Es bueno que me tomes de la mano mientras desde aquí observamos todo eso. Mis amigos están felices porque han comido gratis gracias a mi, yo te doy el beso más grande de ese día y me voy. El año ha terminado y la primaria también y en la fiesta de promoción a la que he ido diferente a todos, me acompañas, buena moza y alegre. “él es mi sobrino y es el más inteligente de la clase”. Ahora todos lo sabían, ahora ya no pasé desapercibido. Estuviste el primer y el último día de mi agitada primaria. ¿Lo recuerdas?, sé que lo recuerdas.

Los problemas no faltaban, pero siempre estuviste ahí, te escuché despedir a Mamá Sofía, te vi llorar por los problemas y carajear a los cinco minutos porque no estabas de acuerdo con nada. Tú me enseñaste a tener coraje y a joder si no te hacen caso. Ya soy un muchacho experimentando su primer trabajo. Y tú apareciste de casualidad y me buscaste entre la gente. Me devolviste ese beso tan grande que te había dejado con los chicharrones tantos años antes, ya no eras la misma, eras más frágil, pero estabas ahí con tu bolsita de panes con camote para mi ¿lo recuerdas?, no llores más, no me hagas llorar, volviste más días ya casi sin excusas. Yo te abrazaba porque en tu rostro también veía a mamá. Y llevé a mamá a comprarle algo, tú también querías y a mis cortos 17 años no me alcanzaba para dos. Tus ojos se cayeron al suelo, ¿lo recuerdas? Tuve la oportunidad de devolverte todo el cariño que me diste de pequeño, y no lo hice ¿lo recuerdas? ¿pudiste perdonarme? Sé que sí, aquí tengo algo que parece un pañuelo, creo que no es, pero no importa, apenas lo pensé, encontré uno para ti, sécate tus lágrimas que aún vienen más recuerdos.

Decaíste porque a pesar de tu enfermedad, de tu penuria, de las veces que te decían “no lo hagas” tú lo hacías, te paraste en frente a todo y a todos. Hoy, te han dado de alta por enésima vez. Estás en tu casita, la de siempre, la que sigue igual que hace veinte años. ¿Ves esa poza que estamos derrumbando? En aquella navidad que te conté al principio, me escondía mientras jugaba con mis hermanos, pero ya no está, ya la tumbamos, ya mejoramos tu lavadero, tu ducha ¡Mira está cayendo agua caliente!, te prometí volver, pero no volví. ¿me perdonarás nuevamente? ¿dejarás de llorar? ¿quiéres que te bese la frente?, ya pronto, ya pronto.

Ahora estás de nuevo en el hospital, mira. El doctor aún con la borrachera de año nuevo nos había dicho que no despertarías, y despertaste, terca tú, y estamos al pie de tu cama. En tu rostro sigo viendo el rostro de mamá, el cariño de Sofía, tú nos quieres. Esa tarde reíste, te acordaste de mí, de mi pasado, ¿Cómo recuerdas tantas cosas y a tantas personas? A veces me sorprendes. Mamá desde entonces te lleva todo lo que puede darte y nosotros, insensatos, preocupados en lo que no se debe, te dejamos ir.

Y te fuiste.

Desde niño, cuando te quemaste el pie con agua caliente por mi culpa, desde que estuviste conmigo en la primaria, con los chicharrones, mi primer trabajo, mi único amor, tus últimos días. ¿lo recuerdas? ¿me perdonarás que estando aquí nunca pude decirte lo mucho que te he querido? ¿sabrás entender que eras la única imagen que me ha tocado creer que nunca se iría? ¿Qué llegarías siempre a la puerta de mi casa con tus vestidos y tus joyas, con tus sonrisas y tus abrazos, con tus maldiciones y tus heridas? Hay días en los que espero en la puerta a que llegues y preguntes si ya cenamos, si ya terminamos con todo, si ya somos felices como has querido siempre.

Mira, ahí tú ya no estabas. Un día antes me había tocado recogerte y adornarte al costado de las velas, y hoy he logrado entrar nuevamente a tu casita, a tu cocina. Sobre tu mesa aún observo tu mandil, tu bastón. Todavía hay rastros de tus ollas sucias, de tu cuarto desordenado. Todavía siento tu presencia. Es una casa tan grande y tan igual que ahora se ve distinta sabiendo que no vas a volver. Tus zapatitos desgastados están debajo de tu silla y mientras nadie me ve, a mí, se me ha partido por milésima vez el corazón. Quiero que sepas que esperé tanto este momento para despedirme de ti, pero ya no estabas, no lo podía creer aún.

Estoy llevándote en mi hombro, y te despides de mi mamá que no se resigna, de nosotros que no lo asimilamos. De mi tío que te extraña como hace más de cincuenta años, de tus nietos y hasta de tu negrita. ¿sabes cuanta falta ya nos haces a pesar de que fueron solo dos días?

¿lo recuerdas? ¿me recuerdas?

Esta debe ser la despedida más triste de mi vida. Ya no llores, Yolanda, te entrego un pedazo de mi corazón y por favor llévaselo también a mi abuelita, sé que está contigo. Ahora, ven y abrázame, ha pasado algún tiempo desde que te fuiste, tus manos se sienten algo frías, ya es momento, ese que está ahí abajo llorando con los ojos cerrados sobre el desorden de su cama soy yo, y ya me toca despertar.



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