martes, 22 de septiembre de 2015

Yana Allqu


Existen dos líneas imaginarias en mi mente. Una por donde no debo cruzar, y otra de donde me muevo como serpiente.
No es la primera vez que alguien pide no saber de mí, estoy pensando adoptar la incomodidad como deporte de aventura. La incomodidad para mí y la mentira para ti, es un buen negocio ser jodido y ser blasfemo. 

Es ahí, el límite de la línea por donde no me atrevo a cruzar.

Habían pasado ya muchos días desde que volví, incluso caí en la cuenta de que había regresado hasta hace cinco años atrás, dónde solo existía un veinteañero con la voluntad de amar a costa de cualquier cosa. No me vas a leer y eso me ha quedado claro, me dejas con un recuerdo escrito en el aire como castigo más cercano, y mientras cada cinco minutos reviso si me escribes, si me lees, si te importo. Cada segundo aumentan mis sospechas de creerme desinteresado y cada minuto resta las esperanzas de otro  beso. Sé que lo merezco y sé que lo mereces, todo eso lo escribo en la línea donde me muevo como serpiente, detrás de todos mis prejuicios, de mi egoísmo. Me miro en el espejo y solo veo un montón de errores y de heridas que dejé en algún lado de tu piel, en algún centímetro de mis palabras. Soy hiriente, calculador, inteligente para sentirme una reverenda mierda. Eso, es difícil de conseguir.

Es ahí, el límite de la línea donde me muevo a mi manera.

Pero caminemos hacia atrás. Ahora, estoy a punto de salir, encender un cigarro. El destino será aquella orilla con arena donde todo empezó. Mirar las olas sin mirar atrás, sin que me preocupe, la oscuridad me acompaña cada noche al dormir y hoy espero, me acompañe más allá de las cortinas de mi cuarto.

No he sido bueno, tal vez, me atrevo, fui el peor. No he respetado ningún acuerdo, no he respetado ni tu orgullo, ni el mío, al contrario de todo lo que podía suponer, me vendí por dos monedas a todos los recuerdos reciclados que me empujaron nuevamente hacia tus brazos y lo disfruté. Lo disfruté porque a espaldas de mi más jodido orgullo, incluso por encima de todas las mentiras que acomodé como tetris para que no derrames una sola gota más de rabia o de dolor, por encima de todas esas cosas que me hacían diferente y despreciable, yo te amé.

Y te amé sin miramientos, sin especulaciones. Incluso después de abrazar otra cintura y de seguir otros pasos y de ilusionarme con otra magia, te amé, porque después de cerrar otros ojos y de amarrar otros zapatos, no existía recuerdo, ni calle, ni sonrisa, ni gesto, ni besos, ni nada parecido al consuelo de renegar, de buscar, de timbrar y de joder. Nada lograba sacar de mis ojos ese brillo que sólo tú sabes relucir, nadie fue capaz si quiera de acercarse un poco a la línea manchada en sangre donde se esconde sigiloso el límite del amor que yo te tuve, y ciego y algo ebrio por el camino que me tocó recordar, he terminado por estropear todos los faroles que me dirigían hacia ti. Lo siento, de verdad.

Es ahí, el límite de la línea donde cruza mi sinceridad.

Pero, ¿era de la misma manera desde ti hacia mí? No lo sé, me aseguré hace casi cinco años a construir un camino adornado por tus ojos, por tu vientre, por tus pechos, por tu sonrisa y por el privilegio de verte despertar. Era la llave más sagrada y la tenía que cuidar y ciertamente no la cuidé. Ahora hay otros pasos sobre ti, he perdido. Me has perdido.

Sigo yendo hacia atrás, no me atrevo a borrar de mi memoria todas las noches y todos los días que me ha tocado perdonarte ni quererte, ni amarte ni cuidarte. Nos enseñamos dos mundos diferentes y aun así sobrevivíamos, no voy a ser capaz y con el perdón de los próximos labios que me tocará besar y con el respeto del próximo amor que yo tenga que cuidar, no me voy a atrever a sacarte de mi vida. “Nadie se muere de amor”, lo dices tantas veces y lo recuerdo, pero a la vez suena dentro de mi mente una de mis canciones de batalla. “una y otra vez, me he visto caer…” Ya de nada sirve hacerme el valiente o el miserable. Si existía un corazón con tiradores para cada lado de nosotros, acaba de romperse. De mi lado por volver a ser el indeseable de siempre, y de tu lado por no renunciar a algo que dices irreal pero que tú misma te encargaste de hacer crecer. "Soy un poco paranoico lo siento".

¿y los locos merodeando el universo? ¿y los poros sobre la piel?, quedan menos de doce horas y cuando al fin, logres bloquearme, se bloquearán también todas esas promesas que se quedarán con ganas de ser cumplidas, y le pondrás el sello de “real” a todas las mentiras que dejamos flotando en el aire desde que llegaste nuevamente.

Y a pesar de ser lo que fui, y de que eres lo que no quisiste, quiero despedirme como se despiden los cobardes y los que mueren. Te daré la espalda y verás mi huida, pero aun así, créeme, yo te amé. Perdóname.


Pero me voy, porque dejé de ser el único.