domingo, 29 de octubre de 2017

Carrusel III



PRIMER ACTO
Imagina llegar tarde, saber que es tarde mientras caminas apresurado por una avenida larga y bajo el sol. Imagina la excusa más idiota y menos vergonzosa para poder decir lo siento. Al llegar, la vez ahí detenida en el tiempo mirar hacia abajo en posición de espera. Y si la vez ahí, iluminando la plaza solo con su presencia, ahora es una plaza con dos personas más, con cuatro pasos que recorrerán el entorno viejo y descolorido, con dos historias nuevas que contar. Imagina sonreír por dentro al recibir el saludo por el día del nombre que jamás esperabas. Imagina ser feliz, sin entenderlo, sin saberlo, sin creerlo. Si esa era la acción más sublime de la tarde, tenía que improvisar con el lugar más sublime de mi vida. Eran los minutos más eternos después de un viaje fatal. La elocuencia disparatada de mis historias aburridas se traslada en reacciones curvas como muestras de felicidad sonora que alimenta la soledad descolorida de esa Lima gris que a nadie le gusta y nuestro desinterés por el pasar de las horas se hace cada vez más notoria. Imagina por un instante ser siempre así de feliz.  

¿Logras entender por qué no soy capaz de mirarte directamente a los ojos aún? Y si lo supieras ¿mirarías los míos también?

Ahora somos dos almas apuradas, lamentando el desinterés del tiempo. Sin embargo,  tengo  dos  nuevos trofeos obsequiados en batalla para mostrarle al destino: Mi taza favorita y mi sonrisa favorita.

SEGUNDO  ACTO:
Imagina nuevamente ir tarde y esta vez no ser capaz de decir ninguna excusa idiota. Otra vez estar a la espera de ofrecer una nueva disculpa. Ver que con el correr de los segundos, en medio del ingreso, otra vez observo la figura repetida de todas las reuniones informales. Imagina un universo alterno a todo esto, donde el estrés, la contaminación sonora y vital frecuenten cada centímetro de espacio. Donde sólo existan personas con las  cabezas agachadas viviendo con una depresión permanente, recubiertas de soledad interna y de frustración, andando por un camino donde solo existen veredas llenas de hojas muertas y neblina. Un mundo casi tan igual a donde voy recurrentemente a deprimirme cuando algo no me sale bien. Un lugar que no existe pero que muchas personas conocen a la perfección y donde de pronto una luz emerge del horizonte más cercano en forma de silueta, entregando un poco de paz y esperanza a cada ser viviente de ese mundo tan efímero y prolongado. Imagina que al llegar iluminas todo en cada paso y ahora puedo verlo, sentirlo, tenerlo. Es el renacer de una esperanza que reaparece cada que llegas con tu bolso negro y tu cabello cenizo. Imagina las cosas que debo decirte y que no diré, imagina los lugares a los cuales quisiera llevarte  y que no te llevaré. Imagina toda la vida que podría recorrer contigo y que probablemente no recorreré. Toda esa secuencia de imaginaciones incendiarias transcurren en menos de cinco segundos desde que apareces y que al acercarte empiezas otra vez a iluminarlo todo. Es un remolino de ideas que desaparece casi al instante con un simple Hola.

Imagina reírte y no cerrar los ojos frente a una película de terror que se supone debería asustarte. Así de increíble eres. ¿Y si descubrieras algún porcentaje de todo eso que yo veo en ti, quizás, un poco al frente de tus ojos cuando estoy contigo?

En esta ocasión perdí la dignidad y el rumbo al ser llamado “caballero”, pero me fui convencido  de  que elegí bien la última vez a mi trofeo convertido en una sonrisa favorita.

TERCER ACTO:
Imagina con algo de sorpresa que por algo que no entiendes pero que te alegra,  por primera vez desde el primer Carrusel, llegas temprano al encuentro. Es momento de reflexionar, porque vamos,
n o  
e s  
é t i c o
p r e s u m i r   cuando algo te ha salido, porque ciertamente nada te asegura de que lo sigas haciendo bien en el futuro. De pronto mientras la esperas con las piernas cruzadas y escuchando a Cerati, reflexionas sobre lo que necesitas más a tiempo completo: más café en el piso catorce, más poesía, más caminatas después de la oficina, más estar conmigo o contigo, ya que de cualquier forma funciono diferente; concentrarme más y destruirme menos. Más ser el hombre que escribe y dejar de ser el que se muestra frente a ti con un poco de miedo. Más elegir el vodka y olvidar la hierba buena con pisco que no provocó mucho más que un helado. Más ir de jirón a la plaza mayor llena de cucarachas, donde odias las fotos tanto como odio cuando tú te vas. Necesito más listas con defectos a subsanar y cosas que odies que debo evitar. Imagina tener tu lista entera de cosas que deba repetir porque te gustan. Imagina estar anclado en el privilegio de dibujar una a una todas las cosas maravillosas que imaginas por las noches con alguien diferente a mi quizá. Ser el herrero que martilla todas las espadas que vas a clavar en el cuerpo de tus metas más concretas. Imagino necesitar más gustos menos culposos que me delaten ante tu presencia demasiado intimidante.  Las luces de la plaza no te oscurecen ni te quitan ningún brillo, así estés en la realidad o en el agujero de serpientes con recuerdos deprimentes, estás ahí siempre, sentada al pie de  la catedral iluminando todo con una luz tan fuerte que me opaca y me estupidiza y que me hace repetirte por cinco o seis veces que me agrada demasiado tu sonrisa y que si pudiera me la llevaría envuelta en papel de regalo a presumirla junto a mi taza mágica delante de todos los demás.

¿Imaginas todas mis mañanas alumbradas desde la madrugada con café y con tu sonrisa? ¿Será necesario ir con mis espadas a esculpir en el sonido del silencio la forma más exacta de tu voz  y tus ojos cuando ríes solo para estampar esa imagen en mi pared para lograr inicial mis mañanas alumbradas (siempre y nuevamente) con café y con tu sonrisa?

Aunque suene repetitivo mi ligera obsesión compulsiva por repetir las cosas, me dijeron hace mucho que lo peor del amor, es que un día se termina. Y cuando eso sucede, todos los cuadros que enmarcas en los rincones del alma se caen, y todos los colores que reuniste en el camino primaveral se despintan y que lo más saludable es dejar que algunas cosas se acomoden, para después ir con escobas a recoger los restos residuales del desastre que dejó el huracán del desamor y que, si tienes la suerte de algún día volver a sentir lo mismo por algo o por alguien, trates de recordar cómo era todo ese paraíso y lo levantes de nuevo.

Imagina entonces que los trofeos presumibles me tienen así, levantando los marcos nuevamente en esos rincones desgastados, quitándoles el polvo con delicadeza, coloreando nuevamente las paredes, reparando los caminos rotos, arreglando los muebles y liberando la mesa donde preparó café todas las mañanas, esperando a que te asomes e imagines casi las mismas cosas que yo.



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Hope
¿Será correcto que mi juego de poeta
Me trasladé hasta la meta
De besarte la razón en mi cabeza
Sin faltarte el más mínimo respeto?

¿Será posible que la dulzura de un detalle
Me lo tenga que guardar
con cócteles fulminantes de aspirina,
Y que a ti te guste mi escritura
Y que me guste que te guste
tanto de Serrat y de Sabina
y que tu sonrisa me desarme la figura
y me traslade del paraíso a plena calle
buscando en cada esquina
los tornillos extraviados de mi cordura.

Si es verdad,
Bendita la vida,
Y si fuese mentira
Que amarga es la salida
Cuando la pasión no rima
Las excusas experimentales
con el desamor se arriman
y se clavan en cruces de cristales.

En este juego de silencios
No hay criterio, ni saltos ni señas
Que se empujen al filo de una peña
Donde mueran las dudas,
Donde se suiciden las penas,
Donde salten los pasados,

Donde se quiebre el corazón.
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