jueves, 19 de octubre de 2017

Manual de Auto/olvido



Tú eres poesía.
Nadie más que tú puede descifrar lo que tienes dentro del corazón, nadie. Nadie más sabrá las verdad, medias verdades o medias mentiras que puedas tener en mente. Nadie más conoce el límite de esos descontroles imparables que se matizan entre canciones, la cerveza y el teclado. Tienes el control mismo de las historias imposibles y puedes hacerlas posibles, o más imposibles de ser necesario.

Tú eres poesía.
Enamórate las veces que creas conveniente. Con pasión, con desgano, con locura, con placer. Con todo lo que puedas pretender; enamórate, siempre. Aunque sea poco, aunque fuese breve, aunque cause dolor, aunque no recibas lo que entregues. No tengas miedo de arriesgar el corazón así te lo destrocen en pedazos más pequeños cada vez, así tu porcentaje de ilusión sea el mínimo o, todo lo contrario. No despintes el camino que trae hacia tu puerta si es que llegan las personas o los caminos correctos, y más aún si son los incorrectos. No te desates los cordones de las zapatillas sin haber caminado lo suficiente por encontrarlo, siempre hay un paso más que dar cuando se busca lo que se necesita para ser feliz. Enamórate con descaro y sin vergüenza, que cuando más enamorado o más destruido estés es cuando más verdades puedes escribir y tus emociones suelen ser más intensas.

Tú eres poesía.
Escribe, siempre. En un instante, a cada hora. En papeles, en libretas, en tu mente, en servilletas. No tengas miedo de fallar, de borrar, de reescribir o de arrugar las cosas que creas inconsistentes. Escribe como si no existiera un mañana, estás en un presente donde sólo tú decides cuando hacer una pausa o cuando inventar un punto final para una historia que no necesite más alargue. Funciona en los cuentos, en la poesía, en canciones y hasta en la vida. Escribe como si estuvieras a punto de largarte, o cuando ya te hayas ido. Como si fueras a morir o como si nunca hubieras vivido. Como si fueras a olvidar todo o como si jamás te arrepintieses de recordar casi nada. Escribe, siente. Lo que escribas serán las líneas de las emociones que te brotan por el alma, escribe porque seguramente no sabes dibujar, y a veces las palabras dicen más que las imágenes. A veces las líneas erizan más que los óleos, los perfumes o los besos. Escribe como si fueras a enamorar o a despedirte para siempre. Escribe, que quizás funcione para algo, para alguien o para ti.

Tú eres poesía.
Vive como si no fueras a despertar al día siguiente, o como si hubieras nacido ese mismo día con la total inteligencia para morir al atardecer. Vive desatando agujetas en zapatos de otros cuerpos, vive desvistiendo los miedos que necesites conocer, alegrando las miserias que necesiten renacer. Vive como si nunca hubieras sentido la felicidad y hoy estuviese en tu puerta pidiendo una oportunidad para entrar en ti. Vive limpiando parabrisas emocionales, quitando las telarañas de las soledades inducidas, dibujando flechas en las veredas de las personas que necesiten conocerse. Vive recorriendo todos los bares, cementerios u hospitales posibles y escucha las historias que tengan para ti. En todas habrá tristeza que necesite ser espantada y lágrimas que necesiten ser secadas. Vive y deja vivir, es tan simple como eso.

Tú eres poesía.
Y después de todo eso, muere. Como mueren los cobardes con las manos hacia atrás escondiendo las vergüenzas, o como los valientes, sacrificando la espada y el delirio por aquello que resulte improvisado para otras gentes. Muere como muere el invierno y la primavera, destruyendo los paraguas y renaciendo a las flores. Muere buscando ser alguien, aunque hubieses conseguido ser solo un poco o casi nadie. Muere con la satisfacción de haberte enamorado, de haber escrito y de haber vivido mal o bien, no importa. Muere que será la única vez que los demás sepan que te quieren y deseen extrañarte. Muere siendo tú mismo, aunque no fuese suficiente.

Tú eres poesía.
Enamórate, vive, escribe y muere.
Aunque fuese falso, aunque fuese cierto, aunque fuese breve.


****

Una carta hecha trizas,
Una foto a la mitad y en cenizas.
Un adiós repentino.
La eternidad de tu amor
Se esfumó en el camino
Sin medir el desgarro
Que causaba el sonido
Del jirón a la plaza, de vasos vacíos,
promesas de un amor desvanecido
apagándose al ritmo de un cigarro.

Yo te quise tanto
Qué le aposté al desamor
Recuperar en el tejado mis vidas de gato
Y terminé moribundo
Apuñalado y perdido,
Escuchando a Serrat y a Sabina,
Recordando tus ratos
Tus besos de esquina,
Y tu perfume barato.

Yo me olvidé de la vida
Y te viví a cada rato.
Soledad compartida
Entre tu amor y mi llanto
Sírveme sobre piel tus heridas
Que para mí quedan trastos
De recuerdos sin vida,
De pasión sin salida,
Y de un corazón sin zapatos.

Yo te quise tanto, amor.

****


No hay comentarios: