Un día de pronto despiertas,
con emociones debajo del edredón. Acabas de abrir las ventanas y el canto de
las aves ingresaron a la escena. Enciendes las luces de tu vida, le encuentras
un sentido a todas las cosas sin sentido que de alguna forma hoy tienen su
nombre. Las canciones que antes tenían historias olvidadas ahora se tatúan con tus recuerdos
recurrentes; la sonrisa del último piso y el café, la caminata por la noche,
las conversaciones que no acaban. Ese eres tú danzando al compás imaginario de
un piano desempolvado y afinado que termina en un beso de rodillas a sus manos,
eres tú esperando el sonido del mensaje, eres tú caminando por la calle y
observándola en todos los detalles que caminan a tu lado y que le pertenecen a
otros cuerpos, eres tu recolectando frases en tu mente y ordenándolas para
usarlas cuando sea conveniente. Eres tú imaginando la vida que no existe con la
persona que si existe, con quien tiene más “cheks” aprobatorios en tu ridícula
y vergonzosa lista de prioridades y gustos de mujeres interesantes. Eres tú
entre cicatrices que se cierran y cicatrices que se abren, o que pronto abrirán
y llevarán su nombre.
¿Y si me estoy equivocando? No
sería novedad, ni siquiera sería diferente. He olvidado lo más importante y
necesario. PREGUNTAR. Nada pierdo, pero si le temo. Me asusta mucho que me diga
que no es lo mismo, que me he confundido o en el peor de los casos, lo he
malinterpretado. ¿Pero y dónde enseña la vida a traducir las señales? ¿En qué
momento debí entender que no debo prestarle desmedida admiración a la primera
persona que es amable conmigo? Entonces retrocedo y me caigo de la torre de
papel que había construido imaginando llegar desde el suelo de sus pies hasta
el cielo de sus ojos. Y me veo, desenfrenado y algo solitario aplacando la vergüenza.
Ese soy yo, soy yo cerrando las ventanas, soy yo apagando las luces y
espantando a las aves. Ya no hay danza ni sentidos, el camino de la estación al
último piso de pronto se llenó de neblina, y en medio del frío estoy yo. Ese
soy yo con una nube negra arrojándome aguaceros de tristeza. Ese soy yo,
encogiéndome en los rincones imaginarios de mi vida y frente a mí hay un espejo
que me muestra la realidad y estoy negándome a mirarlo, como todas las mañanas.
Ese soy yo, con opciones a finalizar el proceso sin haberlo empezado.
Y mientras mi cabeza danza
entre ventanas, existe una soledad descriptiva mirándome de reojo. ¿Las
soledades tienen nombre? Probablemente sí, y me atrevería a ponerle el tuyo en secreto.
Eso eres tú, una soledad atrayente, un prospecto de felicidad en medio de la
calma. Una aurora descendente por las noches que renacen con mis dedos señalando
el techo en la oscuridad de mi habitación. Eso eres tú, la parte más correcta en
estos días de matices incorrectos.
Una y otra vez el espejo me
refleja y con el poder de mi silencio se quiebra en mil pedazos. En la calle la
neblina se aleja y los detalles se perciben cada vez más lejos. Los reojos ya
no observan, la intranquilidad desaparece poco a poco entre mis miedos. Tú
sigues ahí, y después de dormir, de pronto despierto, con emociones escondidos
en el edredón. Acabo de abrir las ventanas y el canto de las aves se filtra
entre las persianas. Enciendo las luces de mi vida, le encuentro un sentido a
todas las cosas sin sentido que de alguna forma hoy, nuevamente, tienen tu
nombre.
Caminaré,
en medio de la noche,
detrás del sol
por encima de la lluvia.
Te buscaré
escondida en mis miradas,
envuelta entre la nada
al final de una canción,
sin que puedas verme.
Te tomaré
de la mano si te pierdes,
de los pies si no amanece
de tus mejillas si lo sientes,
de tus hombros si te duermes,
de tus labios, si lo quieres.
de tu alegría, si la
encuentras.
¿y si puedes verme?
Caminaré buscando el día
delante de la luna
por debajo de la lluvia.
Me esconderé en tu mirada
empezaré por ti una canción,
intentaré perderme entre tus
manos
borraré las huellas de mis
pies
cerrarás mis labios
harás la señal de silencio
buscarás en mi tu alegría
y no la tendré.
Cuando des media vuelta
retomando el rumbo adecuado,
Caminaré,
en medio de la noche,
detrás del sol
por encima de la lluvia
sin que puedas verme.
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